01/10/2025
Estudios con resonancia magnética han revelado un secreto que confirma lo que muchos sospechábamos: los perros no solo nos quieren, nos aman profundamente.
Cuando un perro percibe el olor de su humano, ocurre algo asombroso en su cerebro: el núcleo caudado, una región asociada al placer, la recompensa y el afecto, se ilumina con mayor intensidad que ante la comida o el olor de otro animal.
Esto significa que, para ellos, nosotros somos la mayor fuente de felicidad. No es el juguete, no es la golosina, no es la rutina… es el simple hecho de reconocernos, de sentirnos cerca, lo que despierta en su interior una ola de emociones positivas.
Ese salto de alegría al vernos llegar, esa mirada que parece atravesar el alma, no son gestos mecánicos ni costumbres aprendidas. Son la prueba de un vínculo genuino, grabado en lo más profundo de su biología.
En el cerebro de un perro late un amor auténtico, puro y tan real como el que podemos sentir nosotros.