03/06/2025
❤️🩹Un joven caminante llegó al templo de los sauces buscando paz.
Venía herido por dentro, aunque no sabía ponerle nombre a su dolor.
—He amado —dijo al anciano maestro—, pero todo terminó en vacío. Me usaron, me vaciaron… y después me dejaron creyendo que el problema era yo.
El maestro lo escuchó sin juicio, le ofreció agua, y luego lo llevó a una sala donde colgaba un espejo antiguo, rajado en varios puntos.
El joven se miró y frunció el ceño.
—Está agrietado —dijo—.
Mi reflejo se ve roto, feo, distorsionado.
El maestro asintió con serenidad.
—Ese espejo no vino a halagarte. Vino a mostrarte las grietas que ya llevabas dentro, pero que no querías mirar.
—¿Entonces… no me rompió?
—No. Solo reflejó lo que tú ya escondías:
"el miedo al abandono,
la creencia de no ser suficiente, la necesidad de demostrar tu valor para ser amado."
El joven sintió un n**o en el pecho.
—¿Y qué hago con eso… con lo que ahora veo?
El maestro sonrió, y con voz suave le dijo:
—Primero, nómbralo. No huyas de lo que ves.
Dilo con compasión: “Temí no ser suficiente. Me perdí tratando de que no me dejaran.”
Segundo, pregúntate: ¿de dónde viene esta herida?
Mira atrás, no con rabia, sino con ternura. Descubre si hubo un amor que condicionaba, una presencia que faltaba, una voz que te hizo dudar de ti.
Tercero, deja de vivir desde la herida.
Ya no tienes que entregarlo todo para que te amen.
Ya no necesitas apagar tu verdad para que alguien se quede.
Cuarto, transforma la herida en sabiduría.
Lo que dolía, ahora puede guiarte.
Donde sangrabas, ahora puedes crear, elegir, florecer.
Y por último, rodéate de verdad, no de reflejos.
Elige personas que no necesiten que te desgastes para verte.
Elige vínculos donde puedas ser, no solo demostrar.
El joven cerró los ojos. Una lágrima rodó.
No de tristeza… sino de alivio.
El maestro, mirándolo con ternura, le susurró:
El espejo no vino a destruirte. Vino a devolverte a ti.
Ahora que puedes verte… ¿puedes reconocerte vsin la necesidad de que te lo digan los demás?
Fernando de Cabo