02/11/2025
Nos enseñaron a celebrar la fortaleza mal entendida.
Aplauden cuando decimos “yo puedo sola”, como si la soledad fuera medalla y no herida.
Nos felicitan por no pedir ayuda, por no molestar, por no necesitar a nadie,
como si necesitar ayuda fuera un debilidad y no una parte del amor.
Nos llaman valientes por resistir, por no llorar, por seguir aunque duela.
Nos premian por contenernos, por tragar las lágrimas, por sonreír con el alma cansada.
Nos dicen “qué fuerte eres” mientras arrastramos silencios y miedos,
mientras fingimos que no nos pesa lo que en realidad nos está rompiendo.
Y así andamos por la vida, cargando con todo:
las decepciones, las culpas, las traiciones, las palabras no dichas.
Lidiando con la estupidez ajena, con la falta de empatía,
con quienes roban tiempo, energía y calma,
mientras el mundo aplaude porque “no perdiste el control”.
Pero nadie ve lo caro que cuesta vivir así.
La factura llega en el cuerpo, en el insomnio, en la tristeza muda.
Nos disfrazamos de fortaleza para sobrevivir,
sin darnos cuenta de que a veces, la verdadera valentía
es soltar, llorar, pedir ayuda,
dejar que alguien nos sostenga por un momento.
Porque resistir no siempre es sinónimo de sanar,
y aguantar no siempre es un acto de amor propio.
A veces, lo más valiente que podemos hacer
es aceptar que también merecemos descansar.
Maribel . 🩷🙏🏻🙌🏻
, lo que platicábamos 🫶🏻