24/11/2025
A veces insistimos en sostener lo que ya no tiene forma, lo que se quebró en lo más delicado: el vínculo emocional. Y es que cuando un lazo se rompe por dentro —cuando ya no hay conexión, respeto, ni amor— no es cuestión de intentarlo más, es cuestión de reconocer que ya no hay nada que salvar.
Lo que está roto en el alma no se repara con presencia física, con promesas vacías ni con recuerdos del pasado. El amor no revive por costumbre ni por miedo a soltar.
Aceptar que algo llegó a su fin no es fracaso; es madurez emocional. Es mirar con honestidad lo que duele y decir: merece una despedida, no más intentos desesperados. Porque cuando un vínculo pierde vida, seguir ahí solo prolonga la herida.
A veces sanar implica soltar, no arreglar. Y entender que lo que ya no tiene remedio, tiene salida: tu libertad, tu paz y tu dignidad emocional.