30/10/2025
Quizá la búsqueda de Dios no sea hacia afuera, sino hacia adentro. No se trata de encontrar una figura divina distante, sino de recordar la chispa que habita en cada célula, en cada pensamiento, en cada respiración. En ese viaje interior, el ser humano se va despojando de las máscaras del ego, de los programas mentales y de las heridas que lo separan de su verdadera esencia.
La revelación final no llega como un suceso extraordinario, sino como un despertar silencioso en el corazón: el momento en que comprendes que nunca estuviste separado del Todo. Que tú y el universo son un mismo campo de consciencia vibrando en distintas formas, expresando la misma inteligencia divina.
Buscar a Dios es buscarte. Y al encontrarte, todo cobra sentido. La búsqueda de Dios no es un camino externo, sino un proceso interno de recordar quién eres en esencia. Es el retorno a la frecuencia original de tu Ser, donde la energía, la consciencia y el amor se unifican.
El ser humano pasa gran parte de su vida buscando respuestas fuera, intentando llenar vacíos con experiencias, relaciones o logros. Pero la verdadera revelación llega cuando comprendes que aquello que anhelas ya habita en ti. Que la presencia divina no se encuentra en un lugar, sino en un estado de consciencia.
Cada experiencia, incluso el dolor, te acerca a esa comprensión. Cada vez que eliges observarte, perdonarte y expandirte, estás revelando a Dios en ti.
-Claudia Díaz
Psicoterapeuta