20/09/2025
Hoy tuve la compañía de una de mis hijas en el consultorio.
En el campo de la neuropsicología sabemos que el desarrollo neurocognitivo de los niños no ocurre de manera aislada, sino que se teje en múltiples contextos. El hogar ofrece el primer espacio de seguridad y aprendizaje; la escuela representa el lugar donde se consolidan habilidades sociales y académicas; pero también existen otros escenarios igual de significativos: la familia, los vínculos afectivos y las experiencias cotidianas que acompañan cada etapa.
Tener a mi hija conmigo en el consultorio me recuerda que la intervención no puede desligarse de lo más esencial: la familia es el punto de partida y el sostén del desarrollo infantil. No se trata solo de evaluar desde pruebas estandarizadas, sino de entender que cada logro, cada avance y cada reto del niño está profundamente entrelazado con los vínculos afectivos que lo rodean.
Integrar la vida personal y profesional, es una forma de mantener el enfoque en lo verdaderamente importante: Acompañar a la infancia desde la ciencia implica reconocer que los procesos de aprendizaje y desarrollo cobran sentido en los espacios donde los niños se sienten amados, vistos y acompañados.
Por eso, cada intervención que realizamos debe partir de ahí: de la familia como base, de la red afectiva que sostiene al niño, y de la certeza de que el desarrollo pleno ocurre cuando la vida cotidiana y la vida emocional se integran en armonía.