12/10/2025
Una de las razones por las que los adolescentes dejan de contarnos lo que les pasa es porque se sienten juzgados.
Como cuando te cuentan algo que hizo un amigo y tú respondes que ese amigo “no le conviene”, que “debe elegir mejor sus amistades”. O cuando ponen una canción y preguntas con tono de desaprobación: “¿Qué es eso? ¿Cómo escuchas esa música?”. O cuando te comparten que algo pasó en la escuela y tú te lanzas a decirles lo que deberían hacer para resolverlo.
Todo eso los aleja.
Y no, no es que sean “demasiado delicados”. Te explico: a nivel neurodesarrollo, su amígdala cerebral, esa parte que detecta amenazas, está hiperactiva en esta etapa. Su sistema está en modo alerta. Por eso, tus tonos o palabras pueden sentirse como lo que más les duele: una amenaza a su individualidad, a su yo.
En esta etapa están buscándose a sí mismos, diferenciándose de ti. Y son como almejas: se abren lentamente, cautelosamente, y se cierran en un santiamén.
Entonces, ¿qué hacer?
Escucha y guárdate tus juicios.
Si quieres dar tu opinión, pregunta antes: “¿Puedo decirte lo que pienso?”. Y si te dicen que no, respétalo.
Si algo te preocupa, no reacciones en ese momento.
Reflexiona primero qué es lo que te preocupa en ti, y después retoma el tema con calma: “Me quedé pensando en lo que me contaste de tu amigo Juan que toma en las fiestas… ¿qué piensas tú de eso?”.
Porque en la adolescencia, lo más importante no es tener la razón, sino mantener el canal de comunicación abierto.
¿Tu hijo adolescente se ha vuelto más reservado? Guarda este post para recordarte que escuchar sin juzgar también es una forma de amar.
MO