26/11/2025
Últimamente la hija y yo hemos estado teniendo pláticas muy de adolescencia.
De esas que aparecen sin planearse y te dejan pensando todo el día.
El otro día íbamos escuchando el radio cuando el locutor lanzó una pregunta incómoda:
“¿Qué es algo que hiciste solo porque solo se vive una vez… y luego te arrepentiste?”
Ella, sin dudar:
“Yo nada. ¿Y tú?”
Y yo: 🥸
En segundos evalué la situación.
Podía evadir.
Podía sacarme con un “yo tampoco”.
O podía elegir la verdad.
Elegí la verdad.
Le conté de una situación que viví cuando estudiaba fuera del país: decidí irme con un chico a un lugar que no conocía. Le platiqué el contexto, lo que pasó (y lo que no pasó), cómo me puse en riesgo sin medirlo, el miedo de no saber cómo regresar… y luego nos reímos juntas de mis locuras adolescentes.
Desde ese día, algo cambió.
Ella empezó a contarme más de su vida.
Me habló de películas que ha visto, que quizá no hubiera aprobado en su momento, y aún así respondí con curiosidad, no con juicio. Me dijo qué influencers sigue y por qué. Hablamos de alcohol, de ci****os, de distorsiones corporales… temas que dan para otros posts.
Mi punto es este:
Para que se abran, tenemos que abrirnos.
Para que confíen, necesitan vernos humanos. Para que puedan ser vulnerables, necesitan ver que nosotros también lo somos.
No se trata de cargarles nuestros traumas, ni de convertirlos en confidentes. Se trata de mostrarles nuestro lado imperfecto, real, honesto… Ese lado que les dice: “Aquí puedes ser tú, sin miedo.”
¿Tú cómo fomentas estas conversaciones con tu adolescente? Te leo.
MO