03/12/2025
Hiciste planes. Tenías una idea clara de cómo querías que fuera. Soñaste con ese momento y pensaste cada detalle. Pero al final, todo se fue desdibujando y simplemente, las cosas ocurrieron al revés de como las habías imaginado.
Y aunque fue distinto, esta también es tu historia. Tal vez necesites tiempo para aceptarla, digerirla y sanar, pero sigue siendo el día en que se conocieron por primera vez fuera del vientre. La primera vez que lo tocaste, que lo sentiste, que lo acariciaste, que lo besaste.
Las lágrimas que salían de tus ojos hablaban de muchas cosas al mismo tiempo: de una felicidad inmensa, pero también de miedo, de culpa, de dolor. De no haberle podido dar el nacimiento que habías soñado, pero también de tenerlo ahí, vivo, sano, llorando sobre tu pecho, buscándote con una mirada que solo conoce el amor incondicional.
La vida a veces es así. Toma su propio camino, sin pedir permiso, y nosotras tenemos que seguir caminando, como podemos, con lo que hay, con fuerza, con coraje, con miedo, con dudas, con cansancio. Porque somos humanas. Y es válido sentirnos rotas cuando el parto que esperábamos no sucedió.
Sí, hay factores que importan y que podemos elegir: el lugar, el acompañamiento, el trato que recibimos. Todo eso hace diferencia. Pero también hay cosas que no podemos controlar, que se salen por completo de nuestras manos.
Y entonces, lo que queda es abrazar esa experiencia. Aunque no se parezca a lo que soñaste, aunque no tenga palabras, sigue siendo tuya. Y también se puede tener un desenlace inesperado sin cargar con trauma, si en cada momento fuiste acompañada con respeto, con empatía, con humanidad. Si te sentiste parte de tu historia, y no una espectadora.
Las leo,
🎥