29/09/2025
En la escuela teníamos un alumno que explotaba con facilidad. Cualquier indicación lo irritaba, respondía de manera agresiva, y desproporcionada a las situaciones… como dirían por ahí era de “mecha corta”.
Nuestra primera hipótesis era que había un tema de madurez, algo esperado para su edad. Pero había algo en la intensidad de sus reacciones que no alcanzábamos a comprender.
Un día lo entendí todo.
En una reunión con sus padres, ante un comentario que no fue del agrado del papá, lo vi: la voz elevándose, la pérdida de control, el portazo al salir de mi oficina… Era como tener al niño frente a mí, pero en versión adulta.
Ese día confirmé lo que siempre digo: los niños aprenden de lo que ven, no solo de lo que escuchan.
Y es que si queremos que ellos aprendan a regularse, tenemos que modelar cómo hacerlo.
A ver, no se trata de nunca enojarse. Se trata de mostrar cómo se maneja el enojo sin dañar al otro. Se trata de que puedan ver en nosotros un ejemplo de calma, incluso cuando sentimos la tormenta dentro.
Porque cómo puedo pedirle que haga lo contrario a lo que está viendo en mí. Es una locura. Es tanto como pegarle porque pega, como gritarle “no me grites”.
Lo que se nos olvida es que lo que nuestros hijos observan en nosotros, es lo que más profundamente aprenden.
¿Qué modelas tú en casa cuando estás enojado?
MO