22/08/2025
"El dolor de la pérdida no está en lo que se fue, sino en lo que ya no podremos hacer más con ellos"
La muerte es una de las experiencias más difíciles de aceptar en la vida. Muchas veces nos enfrentamos a este dolor con una sensación de fracaso, como si al aceptar la partida de un ser querido estuviéramos fallando de alguna manera.
Nos invade una profunda tristeza cuando pensamos en todo lo que esa persona ya no podrá hacer: casarse, tener hijos, perseguir sus sueños, o disfrutar de momentos que nosotros mismos imaginamos para ellos. La muerte, entonces, se convierte en un vacío de posibilidades no cumplidas, de cosas que ya no podrán ser.
Pero aquí hay algo importante que tal vez no estamos viendo con claridad.
Nos lamentamos por todo lo que nuestra persona querida ya no podrá hacer, pero lo que en realidad nos duele es lo que nosotros ya no podremos seguir haciendo con ellos.
Nos lamentamos por los momentos cotidianos, por los pequeños detalles que nos hacían reír, por los regaños por llegar tarde, por pedirles que bajen la música, por compartir esa mirada cómplice en momentos importantes de la vida.
Lo que realmente lamentamos no es lo que ellos no alcanzaron a hacer, sino lo que nosotros no podremos hacer más con ellos.
El poder tener la oportunidad de seguir acompañándolos, de compartir las risas, las lágrimas y los abrazos.
Es la ausencia de esos momentos los que nos llenan de tristeza.
Aceptar la muerte, en este sentido, no significa solo recordar lo que se ha perdido, sino también reconocer lo que aún podemos vivir en nuestra propia vida.
Se trata de comprender que lo que tenemos ahora, lo que compartimos en el presente, es lo que realmente cuenta.
Cada pequeño gesto, cada oportunidad para estar presentes y expresar nuestro amor.
La muerte, entonces, no solo se trata de lo que perdemos de ellos, sino de lo que dejamos de vivir nosotros con ellos.
Nos queda la memoria, pero también la enseñanza de valorar lo que hoy tenemos.
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Cuento corto: “La flor que nunca floreció”
Había una vez en un pequeño pueblo, un hombre llamado Luis que siempre se lamentaba por lo que no pudo hacer con su madre antes de su muerte.
Recordaba con dolor todas las veces que discutieron, las ocasiones en que ella le pidió que pasara más tiempo con ella, y los sueños que ella tenía para su futuro.
Cuando ella falleció, Luis quedó atrapado en el arrepentimiento de no haber compartido más, de no haber apreciado los pequeños momentos.
Un día, caminando por el campo, Luis se encontró con un anciano jardinero que cultivaba hermosas flores.
Al verlo preocupado, el anciano le preguntó qué le ocurría. Luis, con el corazón pesado, le explicó su tristeza por la muerte de su madre y su sensación de que no había hecho lo suficiente para estar a su lado.
El anciano sonrió amablemente y le dijo:
“Luis, ven y mira esta flor.”
Luis se acercó y vio una flor marchita, cuya raíz ya se estaba secando. “Es una flor rara”, dijo el anciano, “pero está a punto de florecer, ¿Sabes por qué? Porque la he cuidado todos los días, sin importar si ya estaba floreciendo o si aún tardaba.
A veces, el amor no se ve de inmediato.
Pero el cuidado y la atención diaria, aunque parezcan pequeños, hacen que algo hermoso ocurra al final.”_
Luis miró la flor y pensó: “Si no la hubiese cuidado, si no hubiera estado allí para regarla, quizás jamás habría florecido.”
“Lo que haces hoy, Luis, no es solo para ellos, sino para ti también. En cada momento que compartes, en cada detalle que ofreces, tú también floreces.
No te lamentes por lo que ya no puedes hacer, sino por lo que puedes seguir haciendo hoy. Ese es el verdadero regalo que puedes ofrecer.”
Luis entendió entonces que, aunque su madre ya no estaba físicamente con él, había un amor continuo en su vida que se podía seguir cultivando.
Cada vez que regalaba una sonrisa, una palabra amable, o cuidaba de aquellos a su alrededor, era una forma de seguir viviendo junto a ella.
La lección fue clara: la muerte nos separa de la presencia física, pero nunca de lo que realmente importa: el amor y las pequeñas acciones que nos permiten seguir viviendo juntos, aunque no podamos verlos.
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Reflexión final:
Hoy más que nunca, es importante valorar lo que tenemos. La vida es efímera, pero lo que compartimos, lo que hacemos, es lo que permanece.
Aceptar la muerte no es un acto de abandono, sino un acto de amor hacia todo lo que aún podemos ofrecer en el presente
✨ TAREA DEL DÍA
Hoy no te pido que recuerdes lo que no fue, sino que honres lo que sí viviste.
Piensa en esa persona que partió y en un momento sencillo pero especial que compartieron:una risa, un regaño, una mirada, un abrazo.
Eso que todavía hoy te arranca una lágrima… o una sonrisa…. Escríbelo y abrázalo… y después déjalo ir
💬 Cuéntamelo tú…
¿Qué instante guardas en tu memoria como un tesoro?
Escribe en los comentarios una palabra, una fecha o una frase corta que te lo recuerde.
No tienes que escribir mucho, solo un nombre, una fecha, una palabra.
Aquí no juzgamos.
Aquí lloramos juntos.
Y si no puedes escribir, aunque sea deja un 🖤.
Que se note que seguimos aquí, aunque duela.
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Duelo Sano con Hector Haro
"El amor no se va… se transforma."