05/10/2025
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Una de las fantasías más persistentes del yo: creer que el inconsciente funciona con moral o mérito.
Ser “buena” como estrategia para ser amada, reconocida, premiada por el Otro. Pero el goce no entiende de justicia.
Desde Lacan, podríamos decir que ahí se juega el fantasma: “si soy buena, el Otro me querrá”, y cuando eso falla, el síntoma protesta.
La escena en sí revela el derrumbe del pacto afectivo infantil: la caída de la promesa de reciprocidad entre amor y bondad.
El sujeto cumple con el guión de la virtud, pero el inconsciente —con su lógica implacable— nunca paga lo justo. Y ahí, en el silencio del analista, el alma descubre que tal vez no se trata de ser buena… sino de empezar a ser sujeto.