02/08/2025
Hay un puñado de fármacos que han revolucionado el abordaje de la obesidad: más conocidos por sus nombres comerciales —Ozempic, Wegovy, Mounjuaro—, estos medicamentos imitan las hormonas que de forma natural generan la sensación de saciedad. En la práctica, esto se traduce en una bajada de peso corporal que puede alcanzar hasta el 15% o el 25%, según el tratamiento. Pero estos tratamientos no son inocuos y, ante el temor a un mal uso o abuso de estos fármacos, la comunidad científica está lanzando advertencias para que se consuman bajo prescripción médica y con un estricto control por parte de profesionales sanitarios.
Estos fármacos requieren un incremento paulatino de la dosis y una vigilancia a las cuatro, seis u ocho semanas, para ver cómo van los efectos positivos —control del apetito y pérdida de peso—, pero también cómo evolucionan las enfermedades asociadas y si hay efectos adversos: “Se hace un escalado progresivo porque el cuerpo tiene que adaptarse. Pueden darse efectos gastrointestinales —diarrea, estreñimiento, náuseas, vómitos— porque se modifica el tránsito del intestino. Si la dosificación es más lenta, los efectos adversos se mitigan”.
El peligro de perder masa muscular
Hay un riesgo en la pérdida de peso progresiva que provocan estos medicamentos y es que en ese camino de descenso de kilos en la báscula, aparte de grasa corporal, se pierde masa muscular. El ejercicio de fuerza es lo que más se necesita para preservar la masa muscular, es más importante, incluso, que la alimentación para mantener el músculo.
Para evitar esa pérdida de masa muscular, con todo, los científicos de Harvard recomiendan incorporar a cada comida de 20 a 30 gramos de proteína procedente de alimentos como el pescado, los garbanzos o el tofu. Y tomar todavía un poco más si hace actividad física moderada o, incluso, sumar batidos de proteínas si se tiene muy poco apetito.
“La obesidad no se va a curar con el fármaco: controlamos el apetito, pero no curamos la enfermedad. Así que esta es una oportunidad de ayudar al paciente a hacer elecciones mejores”.
Los científicos lanzan un aviso del peligro de combinar dietas muy restrictivas con el consumo de estos fármacos porque pueden provocar una pérdida de peso excesiva y “empeoran la deshidratación, la fatiga y los problemas renales, además de limitar los nutrientes esenciales”. Ponen un ejemplo: las dietas veganas estrictas pueden carecer de vitamina B12, hierro y proteínas.
Los expertos ponen el foco también en el riesgo de deshidratación. Cuando uno come menos, como hay una gran proporción de agua en los alimentos, disminuyen las moléculas de agua que entran en el organismo.
Los investigadores de Harvard recomiendan beber de dos a tres litros al día, principalmente agua. E incluir en la dieta sopas y verduras y frutas ricas en agua, como pepinos y sandías. También conviene minimizar el consumo de alcohol, cafeína y bebidas azucaradas.
Cómo sortear los efectos secundarios
Para evitar los efectos adversos comunes que acompañan a estos fármacos, el artículo publicado en Jama Internal Medicine lanza algunos consejos. Por ejemplo, para sortear las náuseas, recomiendan tomar tostadas, cereales integrales, infusión de jengibre o fruta y evitar ultraprocesados y grasas saturadas. Para la acidez, proponen comer en porciones pequeñas y evitar acostarse antes de que hayan transcurrido de dos a tres horas después de comer. Para el estreñimiento, recuerdan, lo mejor es consumir alimentos altos en fibra.
El ejercicio físico, esencial
Los investigadores de Harvard señalan que todavía hay evidencia limitada sobre el impacto de determinados ejercicios de fuerza en las personas que toman los fármacos antiobesidad, pero agregan que “el entrenamiento combinado de resistencia y aeróbico mejoró la fuerza muscular en personas con obesidad tratadas con tirzepatida [Monjuaro]”.
El reto: no recuperar peso al parar
Cuando se deja el fármaco, explica Vidal, hay una tendencia a ganar parte del peso perdido, aunque no todo. En algunos estudios se observó una recuperación de peso del 7% al 12% al año de la interrupción del tratamiento. “Lo que vemos en la práctica es que, después de un año o año y medio con el fármaco, se llega a una especie de meseta. ¿Se puede mantener la pérdida de peso sin el fármaco? No hay recetas mágicas. Hay que mantener la restricción calórica y el ejercicio físico para que el balance energético permita mantener el peso", expone el médico del Clínic.
No hay estudios que guíen sobre lo que hay que hacer, admite el endocrinólogo: se puede reducir gradualmente la dosis o la frecuencia de las inyecciones, o disminuir el tratamiento por completo. Los expertos recuerdan que estos fármacos son un gran avance en el control de la obesidad, pero “el éxito duradero del tratamiento” requerirá integrar intervenciones individualizadas de dieta y actividad física.
Los medicamentos contra la obesidad no son inocuos y los expertos piden monitorizar la bajada de peso para evitar déficits nutricionales y la pérdida de masa muscular