14/08/2025
Las personas suelen dejar de ir a terapia por una mezcla de factores emocionales, económicos, culturales y hasta por creencias erróneas. Como psicólogo, te diría que las razones más comunes son:
1. Falsa sensación de “ya estoy bien”
• Tras notar mejoría, algunos creen que el proceso ya no es necesario, sin considerar que muchas veces apenas se han trabajado los síntomas y no las causas profundas.
2. Dificultades económicas o de tiempo
• La terapia requiere inversión de recursos y constancia. Problemas financieros, cambios de horario laboral o responsabilidades familiares pueden interrumpir el proceso.
3. Resistencia al cambio
• La terapia implica enfrentar emociones incómodas, heridas antiguas o verdades difíciles. A veces, cuando el proceso se pone intenso, la persona se aleja para evitar el malestar.
4. Expectativas poco realistas
• Algunos esperan soluciones rápidas o que el terapeuta “les diga qué hacer”, y al no ver resultados inmediatos, se frustran y abandonan.
5. Falta de vínculo terapéutico
• Si la persona no se siente comprendida, escuchada o conectada con su terapeuta, puede perder la motivación para asistir.
6. Estigma social y presión externa
• Comentarios como “solo los locos van al psicólogo” o la desaprobación de familiares/pareja pueden influir en que la persona deje el proceso.
7. Cambios externos importantes
• Mudanzas, cambios de ciudad, viajes largos o problemas de transporte pueden interrumpir la continuidad.
En muchos casos, dejar la terapia antes de tiempo significa detener un proceso que todavía estaba en construcción. Por eso, un buen cierre terapéutico —planificado entre paciente y psicólogo— es clave para que la persona se lleve herramientas y no quede con asuntos inconclusos.