21/06/2019
Conflictos Internos
Los conflictos internos surgen cuando lo que quieres difiere de lo que haces, esto serían conflictos internos entre dos partes de ti al querer cosas diferentes.
Cada una de ellas se comunica contigo a modo de vocecita en tu mente tratando de convencerte de que sus razones para seguir sus instrucciones son mejores que las de su contraria. Cada una quiere que la escuches a ella e ignores a la otra. Eso produce en ti inseguridad y confusión sin saber a quién escuchar.
Una es esa parte de ti más lógica y protectora y la otra más arriesgada y aventurera. Son como el ángel de la guarda y el buscador de oportunidades.
¿De dónde vienen los conflictos?
Los conflictos internos surgen básicamente cuando tenemos que tomar una decisión y no sabes cuál de las 2 elegir. Dependiendo de varios factores tomarás una decisión u otra, siendo el mayor condicionante el estado emocional en el que te encuentras en ese momento.
Imagínate hasta qué punto las decisiones son importantes que a lo largo del día tomas una infinidad de ellas sin ni siquiera haberte dado cuenta. Desde que te levantas y decides qué ropa ponerte, hasta si vas andando al trabajo, en metro o en coche, si decides ir a comprar hoy o mañana, comer con una amiga… hasta que decides que te vas a dormir. Es una decisión tras otra. Todo, absolutamente todo, lo que haces va precedida de una decisión.
Te voy a poner varios ejemplos de conflictos internos que sin darte cuenta crean estrés e inquietud.
Empiezo o no una dieta. Por un lado quiero perder peso y por otro lado pienso… “es muy sacrificado, no tengo ganas de hacer el esfuerzo”. Una parte dice deberías hacerlo y la otra encuentra las excusas perfectas para no pasar a la acción.
Cambio o no de trabajo. Una parte de ti te repite “estoy aburrida y este trabajo no me aporta nada” mientras que la otra te dice “con la crisis que hay, cómo voy a dejar un trabajo estable y arriesgarme a no encontrar lo que me gusta”.
Y suma y sigue con todos esos dilemas que se nos plantean diariamente.
Cuando el intervalo de tiempo se alarga desde que surge el dilema en tu mente hasta que tomas la decisión, y sumado a otros dilemas pendientes, tu nivel de tensión y estrés aumenta cada vez más. La sensación de bloqueo te anula haciéndote creer que no eres capaz y por consiguiente mermando poco a poco tu autoestima y confianza en ti.
¿Qué puedo hacer para liberarme de esa tensión?
Aceptando que no tenemos el control sobre el resultado de nuestras acciones. Si no llegamos a conseguir el objetivo deseado que no sea por no poner empeño en conseguirlo. Si te has comprometido aunque los resultados no sean los que esperabas, felicítate por al menos intentarlo.
Perdonándote por los errores que comentas. No pasa nada. Aprende de esos errores para la próxima salga mejor. Concédete la sabia opción de equivocarte, independientemente de los resultados.
Queriéndote por encima de todo. Siempre hay una intención positiva en todo lo que haces.
Son 3 premisas importantes que debes tener siempre presente. De lo contrario los conflictos merman la autoestima y la confianza en uno mismo. Se convierte en la pescadilla que se muerde la cola, y eso es lo que poco a poco hace que dejemos de de creer en nosotros.
¿Cómo resolver los conflictos?
Si bien gestionar los conflictos puede no ser tarea sencilla, el proceso hasta llegar a su buen manejo no es tan complicado.
Hay un ejercicio que yo utilizo a menudo con mis clientes que es bastante resolutivo. Te explico brevemente varias modalidades del mismo para que tú elijas cuál de ellas te resulta más sencilla y puedas hacerlo sola en casa.
Un teatrillo
Hacer una especie de obra de teatro en el que hay 3 personajes: tus dos yoes o partes implicadas en el conflicto y tu Yo auténtico como observador. Nombra a cada uno de ellos con el nombre o calificativo que mejor defina su papel. Por ejemplo si una de las partes es tu yo pesado, el que incordia, puedes ponerle el nombre de “plasta”, “pesadilla”,
1. Ponte en el papel de uno de ellos, intégralo y habla como si sólo existiera este personaje en ti. Habla en primera persona. Ahora di cómo te sientes (esa parte de ti), que es lo que te preocupa, cuál es tu intención, qué papel representas, qué quieres conseguir, qué buscas, qué quieres evitar, qué es lo que más te molesta de otro yo, cómo puedes ayudar a esa parte contraria, qué beneficios aportas a tu Yo observador… todas esas preguntas que se te ocurran y que te ayuden a revelar a tu personaje su verdadera intención. Anótalas en un papel.
2. Interpreta ahora el papel de tu otro Yo. Recuerda que debes darle un nombre y haz lo mismo que en el punto anterior. Sincérate de verdad con lo que sientes.
3. Entabla diálogo entre ambos para buscar recursos en los que ambas colaboren entre sí para el beneficio mutuo de favorecer al Yo auténtico.
Debería llegar el momento en que ambos estén dispuestos a conciliar, con compromiso y llegar a un acuerdo.
Tú, como observador, esta pequeña representación te hace consciente de los dos que te representan dependiendo de cada situación.
El mero hecho de ponerles nombre es ya el primer paso para reconocer que no eres tu YO auténtico sino dos personalidades distintas de ti, que actúan e interpretan un papel en función a las diferentes situaciones en las que se encuentran, actuando de un modo u otro adaptándose a las circunstancias del momento.
Así explicado puede parecer algo complicado. Es un ejercicio muy bonito en el que ves la representación de ti misma, de tu vida y tus diferentes personalidades. Es un proceso revelador de descubrimiento, sobre todo desde la posición de observador en la que tú Yo autentico permanece. Te invito a experimentarlo para comprobar los beneficios de esta herramienta.
Emocionalmente