15/04/2025
Esta idea de que la terapia psicológica dura muchos años nos es tan habitual —a unos y a otros, a psicólogos y a consultantes—, estamos de modo tan nativo sumergidos en ella que no percibimos sus implicaciones. Hasta el punto de que ella es quien nos impide, con un costosísimo pago para aproximarnos, avanzar en el proceso psicológico, esto es, cumplir con los objetivos mismos de la terapia y, por ende, con los objetivos del consultante. Y perdóneseme, pero no admito que venga el psicólogo clínico de nuestro tiempo con aire petulante diciendo que sí hay una razón de peso por la que todas las terapias psicológicas tienen que durar años, porque él es quien más se beneficia de ésta idea. Eso es completamente falso cuando se miran las cosas con un poco de claridad.
Por supuesto, como muchos de ustedes saben, yo, que no soy psicoanalista, no tengo un solo pelo de antifreudiano, y creo que ser antifreudiano es una de las mayores pruebas de modestia que una persona pueda dar —porque hoy antifreudiano es sólo el que no puede ser otra cosa, es una manifestación de intima incultura, es decir, de inactualidad, como otra cualquiera; por ejemplo, como ser freudiano.
Pero a lo que voy: el psicólogo clínico de la hora presente, con toda su batería de diagnósticos de trastornos, ya no tiene claro (o hace como que no) de qué depende la duración de cada proceso psicológico.
El planteamiento que uno tendría que hacer para comprender la situación de la duración de la terapia psicológica y, en general, del tratamiento psicológico de nuestros tiempos es uno como el siguiente: ¿qué implicaciones tiene el hecho de que la terapia psicológica dure años y más años?
Aquí hay dos posibilidades:
1) Que los objetivos terapéuticos —los cuales, dicho sea de paso, se tienen que definir al inicio del proceso psicológico— no se han cumplido. Pero ¿qué refleja el hecho de que los objetivos terapéuticos no se hayan cumplido aún, después de pagar tantas sesiones? Es probable que estos no se hayan formulado correctamente; que, por consiguiente, sean ambiguos o demasiado fantasiosos.
2) Que nunca se definieron los objetivos terapéuticos. Créanme, lo he visto con mis propios ojos: el consultante llega con su problema bien delimitado y el psicólogo clínico lo transforma de tal modo que hace parecer que el consultante tiene otros problemas mayores. Y cuando se finaliza con uno de estos problemas artificiales, aparece otro… y otro…
La idea de que la terapia psicológica debe durar toda la vida deviene, en gran medida, del predominio cultural de una perspectiva psicológica. En efecto, es característico de la así llamada “psicología clínica”, desde el siglo pasado, haber vivido bajo el yugo de Freud. Secundariamente, ha recibido otros influjos; pero el dorso de la terapia psicológica occidental es la doctrina freudiana, al menos así parece verdad de múltiples enfoques psicológicos, e.g., humanismo, Gestalt, etc. Es esta idea de que existen deseos ocultos, inconscientes, que se manifiestan involuntariamente todo el tiempo en forma de chistes, lapsus y, en general, de toda clase de comportamientos. Ante planteamientos de este tipo, obviamente formulados de una manera no sólo compleja sino también convincente, es que se sustenta en la actualidad que la terapia psicológica tiene que durar mucho tiempo.
Desafortunadamente, la historia nos ha enseñado que no tiene caso simplemente enfocarnos en criticar esos enfoques: es inútil. Mi labor, según me parece, consiste en divulgar de la manera más general que me sea posible un modo de pensar que sí tiene fuerza probatoria. Esbocémoslo rápidamente.
Ante la pregunta ‘¿cuánto tiempo dura la terapia psicológica?’ la respuesta tiene que ser: la duración de la asesoría psicológica va a depender de diversos factores. ¿Cómo cuáles? El objetivo terapéutico, la disposición del usuario, los eventos que día a día se le presentan, etc. Hay procesos psicológicos que duran dos o tres sesiones, pero también hay otros que duran mucho más. El “bienestar” llega muchas veces al alejarse de ciertas personas, pero muchas otras veces el consultante no se puede simplemente alejar de estas personas, por ejemplo, porque son sus compañeros de trabajo. En este último caso (obviamente ficticio, individual y NO generalizable), es probable que el proceso dure más de tres sesiones, porque el consultante tendrá que adquirir una serie de habilidades para poder lidiar con sus compañeros de trabajo.
Ahora bien, existe otro elemento de primerísima importancia: la valoración propia del consultante hacia la resolución de su problema inicialmente planteado. Es decir, de manera natural tú irás notando cambios, “avances”, “aproximaciones”, etc., y estos serán periódicamente señalados por tu psicólogo. Sin embargo, si no notas nada de esto, si continúas sintiéndote igual, conduciéndote igual, etc., y no has adquirido nuevas herramientas, sabrás que tienes que despedir a tu psicólogo.
No le demos más vueltas: uno no va a consulta psicológica sólo para platicar. Desde luego, desahogarnos a veces nos hace sentir bien, pero no es para eso para lo que contratas los servicios de un psicólogo. Tienes que notar cambios! En ti y, si tu proceso lo requiere, en las demás personas que te rodean y en tus contextos.