07/10/2025
Osá Shé (9-5)
"El que no sabe vivir aquí, aprende a vivir en el otro mundo."
En cierta ocasión, Oyá apresó a Shangó, y en la puerta de la estancia donde lo tenía encerrado, estaba la Muerte parada, esperando que Shangó saliera para atraparlo.
Hasta que Oshún, mujer hermosa, decidida y astuta, determinó poner fin al martirio del joven que desde hacía mucho tiempo le gustaba. Ella sabía que Oyá, por aferrarse a sus caprichos egoístas, había apresado a Shangó usando a la Muerte como carcelera.
Entonces Oshún resolvió burlar la vigilancia de la Muerte y rescatarlo. Preparó una ofrenda con aguardiente, manteca de corojo, miel de abejas, jutía y pescado ahumado, cascarilla, nueve ocará y nueve pelotas de ñame amarillo, y se dirigió hasta el lugar donde la Muerte acechaba.
Cuando llegó, le mostró lo que traía y la invitó a comer. La Muerte aceptó y se sentaron amigablemente. Ambas comenzaron a comer y beber aguardiente, el cual Oshún había preparado previamente con miel. Pero mientras la Muerte bebía a grandes sorbos, Oshún lo hacía con moderación, esperando el momento oportuno.
Finalmente, la Muerte se emborrachó y, en su estado, le propuso algo deshonesto a Oshún. Ella, indignada, lo rechazó, le dio un puntapié y lo lanzó al suelo.
Enseguida Oshún penetró en la casa de Oyá, tomó a Shangó y le untó cascarilla por todo el cuerpo hasta dejarlo completamente blanco. Luego, cogiéndolo del brazo, lo sacó de allí.
Cuando Shangó vio a la Muerte tirada en el suelo, envalentonado por la protección de la cascarilla, le dio tres patadas y siguió a Oshún.
Ya lejos del lugar, Oshún le pidió a Shangó que, en pago por haberlo salvado, le concediera una noche de placer. Pero Shangó, escarmentado, le respondió:
— “Si alguna vez me encuentras en un Tambor, allí te pagaré esa deuda. Por ahora déjame descansar en los brazos de Oyá.”
Y Oshún se resignó a esperar.