24/10/2025
💠 El espejo que el ego no quiere mirar
Hace poco escuché a una “profesional de la salud mental” decir lo siguiente:
“Cuidado con esas frases revictimizadoras como ‘atraes lo que eres’ o ‘lo que te molesta del otro es tu reflejo’.
Porque no es así. A una persona narcisista le atrae lo contrario: el brillo, la empatía, la estabilidad.
Que te engañen o te mientan no significa que tú lo hagas. Cuidado.”
Escuchar eso me causó escalofríos.
No por enojo, sino por lo profundamente irresponsable que resulta un mensaje así viniendo de alguien que se presenta como profesional de la mente humana.
Este tipo de discurso no sana.
Este tipo de discurso habilita el estado de víctima.
Y el victimismo, aunque se vista de empatía y compasión, sigue siendo una forma de desconexión.
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🜂 1. El espejo no culpa, el espejo revela
La ley del espejo no dice “tú tienes la culpa de lo que te pasa”.
Dice: “esto que ves afuera es una pista de algo dentro de ti que busca integración”.
No se trata de justificar el daño ni de absolver al agresor, sino de recuperar el poder personal.
Porque mientras creas que todo lo que te ocurre depende de lo que otros hacen, sigues siendo prisionero de tu herida.
Negar el espejo es cómodo,
pero también te roba la posibilidad de transformar tu historia.
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🜃 2. La polaridad no es una línea, es un círculo
Robert Edward Grant lo explicó magistralmente:
las polaridades no se oponen, se reflejan.
El empático extremo y el narcisista están en el mismo espectro energético.
Ambos orbitan en torno al mismo vacío: la necesidad de validación.
Uno la busca dando demasiado; el otro, recibiéndolo todo.
Y ambos lo hacen desde el miedo a no ser suficientes.
Por eso sí atraes lo que eres,
aunque no en el sentido simplista que muchos interpretan.
Atraes la frecuencia que necesitas para verte con mayor claridad.
Lo que resuena contigo viene a mostrarte lo que aún no has abrazado en ti.
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🜄 3. Las raíces de la psicología confirman el espejo
Lo más grave del discurso de esta mujer es que niega las bases de su propia disciplina.
Freud, Jung, Adler, Lacan… todos coincidieron en algo:
lo inconsciente se proyecta.
El otro es el escenario donde se revela lo que aún no conocemos de nosotros.
Incluso la neurociencia moderna lo confirma:
las neuronas espejo —las responsables de la empatía—
se activan cuando observamos a alguien experimentar algo que nosotros podríamos sentir.
Son literalmente el correlato biológico del espejo psicológico y espiritual.
Negar el espejo es negar la ciencia, la filosofía y la experiencia humana más elemental:
nos conocemos a través de los demás.
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🜅 4. El ego no quiere ser el villano
El ego busca etiquetas luminosas: “yo soy el empático”, “yo soy el bueno”, “yo soy el que ama”.
Y se defiende de las oscuras: “yo no soy narcisista”, “yo no soy el malo”.
Pero esa es precisamente la trampa.
Porque en el fondo, ambas son la misma frecuencia, expresadas en polos opuestos.
Uno se siente culpable de amar demasiado; el otro, de no amar nada.
Y mientras ambos rechacen su polo opuesto, seguirán atrapados en la misma danza de espejos.
Como decía Robert Edward Grant:
“Incluso los villanos más grandes de la historia creían ser los héroes.”
Y ahí yace la ironía: cada ego lucha por ser el bueno de la película,
sin comprender que todos los papeles son interpretaciones del mismo Ser.
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🜇 5. La integridad: recordar que somos ambos
En Fight to Survive, Epica canta:
“(I am, because we are)
In every heartbeat lies a story,
Shine just as we are, be just as we are,
One on this journey.
Our integrity is our great strength.”
(Yo soy, porque nosotros somos.
En cada latido del corazón hay una historia.
Brilla tal como eres, sé tal como eres,
Uno en este viaje.
Nuestra integridad es nuestra gran fortaleza.)
Integridad viene de integer: entero.
Y ser íntegro no es ser bueno,
es ser completo.
Es aceptar que dentro de nosotros habita el sabio y el necio,
el empático y el narcisista,
el héroe y el villano.
La integridad no elimina las sombras: las abraza.
Porque solo al reconocerlas dejamos de proyectarlas.
El ego, en su amnesia, busca hacia afuera quién es.
Se aferra a títulos, roles y máscaras.
Pero toda etiqueta crea su contrario:
el “yo soy bueno” necesita un “otro malo”.
Así el ego se divide y se mantiene en guerra consigo mismo.
La alquimia real ocurre cuando recordamos que no hay polos opuestos,
solo expresiones distintas de la misma energía.
Ahí comienza la paz interior:
cuando dejamos de necesitar tener razón y simplemente recordamos quiénes somos.
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🜆 Epílogo — I am, because we are
Esa es la verdad más simple y más olvidada:
somos espejos unos de otros porque somos uno solo.
No existen víctimas ni villanos,
solo la conciencia reconociéndose en cada reflejo,
hasta recordar que todo lo que amamos y todo lo que tememos
siempre ha estado dentro de nosotros.
— Adya-Shivael לִאוֹר
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✦ Postfacio alquímico — Para quien se sienta removido
Si este texto te incomoda, respira.
No te está atacando: te está mostrando algo que tu alma ya está lista para mirar.
Hablar de la ley del espejo no es justificar el mal ni absolver a quien daña.
Es comprender cómo la inconsciencia genera sus propias formas de destrucción,
y cómo solo la conciencia puede interrumpir ese ciclo.
Decir “atraes lo que eres” no significa que merezcas el dolor,
sino que tu alma busca recordar lo que olvidó a través de la experiencia.
A veces, el espejo duele porque refleja justo la herida que negamos.
El ego busca respuestas simples:
“¿Entonces justificas al asesino, a la guerra, al abusador?”
No.
Lo que se dice aquí es más profundo:
esas sombras son expresiones extremas de la misma desconexión
que habita, en distintos grados, en todos nosotros.
El propósito no es excusarlas,
sino entender su raíz para que no sigan reproduciéndose.
Cuando algo te remueve, no busques refutarlo.
Siéntelo.
Ahí comienza la alquimia