20/05/2024
¿La Disciplina es igual al castigo?
En el consultorio constantemente escucho a madres y padres que comentan con la angustia asomándose en sus rostros, “mi hijo se ha molestado conmigo, ¿soy demasiado duro con él/ella?”, “¿Cómo lo(a) castigo?”, “ya no sé qué más hacer”.
Desde mi experiencia como psicóloga infantil y fiel seguidora de la disciplina positiva, he podido constatar que los chicos y chicas desde los primeros años hasta la adolescencia buscan tener límites claros, ser escuchados y respetados tanto en la casa, en la escuela y en su vida en general.
En la actualidad la constante incógnita que prevalece en los padres es él, ¿qué hacer en caso de desobediencia por parte de los hijos? Y la búsqueda de estrategias para tomar el control de la disciplina. Hoy por hoy el “infalible castigo” es la principal estrategia usada. Pero, ¿es en realidad infalible el castigo? ¿El castigo enseña a los chicos a portarse bien?
Durante generaciones el castigo ha funcionado y continúa haciéndolo. Sin embargo, esta medida funciona únicamente durante el momento en que se aplica y al educar se busca hacerlo para toda la vida. Entonces las preguntas prevalecen en el aire.
La disciplina positiva, creada por Jane Nelsen y Lynn Lott, basada en principios humanistas, nos enseña el poder y efectividad que tiene el disciplinar a los chicos y chicas de una forma firme, respetuosa, alentadora y efectiva a largo plazo.
La disciplina positiva considera en primer lugar lo que los chicos piensan y sienten de sí mismos y del mundo que los rodea, utilizando estas experiencias para que los chicos puedan saber qué hacer en situaciones futuras para sobrevivir y triunfar en la vida.
Esta disciplina también enseña a los chicos a desarrollar habilidades sociales como la colaboración, resolución de conflictos, cooperación, cuidado de sí mismo y respeto. Además, se fomentan relaciones padre-hijo(a), madre-hijo(a), basadas en el amor y el respeto mutuo.
Veamos un ejemplo: un chico de 13 años, miente a su madre diciendo que irá a estudiar con un amigo, en lugar de eso, asiste al cine con otros amigos, la madre lo descubre.
En este caso la madre, la madre, hace saber al niño que lo descubrió, evitando preguntas ¿en qué pensabas?, ¿por qué lo hiciste?, ¿te crees muy listo? O comentarios como: “a mí no me ves la cara”, “no digas nada, estás castigado”, todos estos comentarios son hirientes, irrespetuosos y nada asertivos. En situaciones como esta, el pedir explicaciones no es necesario, pues, el acto ya hablo por sí mismo. El chico sabe que ha actuado de una forma inadecuada y que por ello tendrá una consecuencia, la madre sabe que el chico ha cometido una falta, pero debe ir más a allá… los chicos tienen muchas formas para decir a los adultos cuando no se sienten escuchados o tomados en cuenta; la disciplina positiva ayudará abriendo canales de comunicación con los chicos y chicas y llegar a la raíz que origina estas conductas.
Los padres y madres pueden llegar a encontrar en la disciplina positiva un equilibrio entre la firmeza y la amabilidad, sin caer en “permisividad” que hasta el momento es la petición más solicitada.
Finalmente, el castigar o no castigar es decisión de cada uno. Las formas y los discursos que acompañen esta decisión serán la clave del método elegido.
Autor: Psic. Sarvia Rios Ortega.