08/12/2025
Separarte no solo movió tu vida… movió tu mundo interno.
Nada se sintió igual después: ni la rutina, ni los silencios, ni la forma en que sostienes a tus hijos, ni la manera en que te sostienes a ti.
Y aunque el exterior parecía seguir su ritmo, por dentro estabas reconstruyéndote pedacito a pedacito.
Este camino te llevó por lugares que nadie te explicó:
negociaciones desgastantes, carga mental infinita, silencios que pesan, límites necesarios, hijos que sienten más de lo que dicen, momentos en los que tu paz se tambalea.
Y aun así… aquí estás.
Aprendiste que la parentalidad continúa, incluso cuando la relación terminó.
Que la coparentalidad es ideal, pero no siempre real.
Que hay conflictos que no desaparecen, pero sí puedes nombrarlos sin perderte en ellos.
Que tus hijos necesitan presencia, no perfección.
Que acompañarte a ti es tan importante como acompañarlos a ellos.
Descubriste que hay violencias que no gritan, pero sí duelen.
Y que poner límites no es pelear: es cuidarte.
Que recuperar tu paz es un acto de resistencia.
Y que volver a ti es una decisión cotidiana.
Y aunque a veces te sientes cansada, rota o saturada, también estás más consciente, más fuerte, más despierta que antes.
No estás rehaciendo tu vida desde cero…
la estás reconstruyendo desde lo que aprendiste, desde lo que sanaste, desde lo que ahora eliges.
Este es el cierre de esta serie, pero no de tu proceso.
Porque tu historia sigue, más tuya que nunca.
Con más claridad, más amor propio y más verdad.
Lo que queda cuando todo cambia…
eres tú.
Más honesta.
Más libre.
Más viva.