17/03/2020
NASCA Y LA PANDEMIA DEL AÑO 1918
(LA GRIPE ESPAÑOLA)
Así como hoy el mundo está conmocionado por la pandemia del CORONAVIRUS (COVID-19), originado en la ciudad de Wuhan (china),sin saber cuáles serán las consecuencias finales, se nos viene a la memoria la pandemia que asoló el mundo el año 1918, la misma que se originó en un cuartel militar del Condado de Kansas en USA, que al expandirse por el mundo afectó a 500 millones de personas (30% de la población mundial) y mató a 100 millones de personas aproximadamente.
Al Perú llegó con el nombre de “Gripe española”, bautizada así porque en ese país hizo mucho daño, afectando incluso al Rey Alfonso XIII, vino a través de tripulantes contagiados que llegaron al Puerto del Callao entre los meses de Julio a Setiembre de 1918, arribando a Ica entre Julio y Octubre de 1920, a través del Puerto de Pisco.
Esta peste caló tanto en el colectivo popular que en el Puerto de Chepén, se le compuso una marinera, cuya letra ha quedado perennizada en el pentagrama musical:
“La gripe llegó a Chepén….ya llegó
La gripe llegó a Chepén…ya llegó,
Está matando mucha gente
Como muere tanto pobre
Y no muere la decente….porque será… (sigue)
(El pobre como tiene poco cultura no cree y, cuando empieza a creer, muchas de las veces es muy tarde).
Como Nasca no podía ser la excepción, la temida gripe llegó a fines de julio de 1920, a esta comarca que estaba arrinconada a las estribaciones de los andes y alejada del mar; pueblo que adolecía de un hospital básico, que contaba con un solo médico y atendían dos boticas, donde se preparaban las pócimas recetadas por el citado galeno.
Este funesto episodio de la historia de Nasca siempre me inquietó, pero nadie escribió nada al respecto, por lo que cierta tarde fresca de verano, sentados en una banca de la Plaza de Armas, nos enfrascamos en un bonito diálogo con don Tiburcio Rojas Molina, quien me relató pormenorizadamente, lo que él vio y sintió a sus 8 años de edad, cuando la peste llegó a Nasca.
Me dijo:”El pueblo amaneció alarmado al enterarse que tres personas aparentemente sanas habían fallecido repentinamente con síntomas extraños, los que no pudieron ser controlados por el médico del pueblo. Síntomas como dolor de cabeza, con una coloración oscura de la piel y decaimiento total del cuerpo.
El caos se apoderó de los escasos pobladores, pues ya habían recibido noticias venidas por el Puerto Lomas, que una especie de peste se estaba diseminando en Lima, cuando dos personas atravesaron la Plaza de Armas gritando: ¡Llegó la peste!...¡Llegó la Gripe!. Nos contaba don Tiburcio Rojas, que fue tal la mortandad en Nasca, que los carpinteros agotaron las pocas tablas que tenían para construir ataúdes, por lo que ante tal demanda a los fallecidos los tenían que enterrar envueltos en sábanas y frazadas, llevadas en carretas guiadas por hombres fornidos que cubrían su cara con trapos empapados en vinagre.
El cementerio “San Clemente”, muy cercano al pueblo (ubicado en el cuadrado que forman actualmente las calles Tarapacá, Callao y Juan Mata), llegó a saturarse a tal grado que el Alcalde y el Gobernador prohibieron más entierros, siendo el último que se hizo, el de don Miguel Pazos Mori, exalcalde de Nasca, aperturándose oficialmente el “Cementerio San Luis de Aja”, siendo el primer sepultado el Profesor Atanasio Anicama, coincidentemente, profesor de don Tiburcio Rojas.
Ante tal mortandad, la gente desesperada optó por marcharse a las chacras y los pocos que se quedaron en el pueblo, fueron donde el párroco para que sacara en procesión a la Virgen, a fin de que “ayudara” a espantar la peste; pero sucedió un hecho curioso, no sacaron a la virgen de la Candelaria, que era Patrona de Nasca, sino que eligieron a la Virgen de Guadalupe que ya estaba arreglada, porque se acercaban sus novenas.
En tales circunstancias, en medio de plegarias, cánticos y lágrimas, los devotos fervorosamente la pasearon por las pocas calles que existían en el pueblo, como: Calle Derecha, Conventillo, Limoncillo, El Altillo, La Estrella, etc. Pasaron unas semanas y las muertes cesaron hasta que desapareció la peste, muchos le atribuyeron ese “milagro” a la Virgen de Guadalupe, que quedó entronada como Patrona de Nasca; aunque otros tantos atribuyeron esa sanación a los “Emplastos de árnica”, al “Tónico de Tutuma con vino y cañazo”, al sangrado del cuerpo, a la “Sal de Huincho”, enemas y otros menjunjes que recomendaban los curanderos, matronas y brujos de la época.
Hoy, después de 100 años de esa nefasta pandemia, debemos rescatar una medida importante que adoptaron los pobladores de Nasca: EL AISLAMIENTO, ya que ellos ante su impotencia y temiendo un inminente contagio, se marcharon al campo y así evitaron contagiarse.
JC PA