01/11/2025
Análisis Psicosocial de la Celebración Colectiva en Halloween: Cohesión Familiar y Desarrollo del Yo
La festividad de Halloween, observada en el contexto contemporáneo, trasciende su dimensión lúdica para constituirse en un fenómeno psicosocial de notable relevancia. La escena de niños acompañados por sus familias en el espacio público no es meramente anecdótica; representa una manifestación tangible de cohesión familiar y de la búsqueda de espacios de convivencia intergeneracional. En un mundo caracterizado por ritmos acelerados y dispersión atencional, fechas como esta actúan como catalizadores estructurales, destinados a fortalecer los vínculos afectivos y a propiciar interacciones significativas fuera de la rutina doméstica.
Desde una perspectiva psicológica, el acto de disfrazarse adquiere una profunda dimensión. Opera como un mecanismo de proyección e identificación que permite, tanto a niños como a adultos, explorar facetas de su Yo ideal o aspectos latentes de su personalidad. Para el niño, esta experiencia es fundamental en su desarrollo de identidad; se le brinda un marco seguro y aprobado para encarnar, de manera transitoria, aquello que aspira a ser, fomentando así la creatividad, la autoexpresión y la imaginación. Para el adulto, puede suponer una catarsis liberadora de los roles sociales convencionales.
Este ejercicio de libertad no es, sin embargo, ilimitado. La presencia activa de los padres, quienes acompañan el proceso, introduce el crucial equilibrio entre permisividad y estructura. La parentalidad responsable, lejos de ser sinónimo de control restrictivo o de indulgencia absoluta, se ejerce precisamente en esta simbiosis entre apoyo emocional y delimitación normativa. Acompañar sin juzgar valida los procesos emocionales del hijo, mientras que el establecimiento de reglas claras proporciona la seguridad y el marco de referencia necesario para un desarrollo saludable. Esta combinación es esencial para la formación de un apego seguro y la internalización de un fuerte autoconcepto.
En consecuencia, la efervescencia comunitaria que inunda las calles, con familias compartiendo una actividad colectiva como la solicitud de golosinas, no es sólo diversión. Se a vuelto como un ritual social moderno que cumple funciones psicológicas vitales: fortalece el tejido social, ofrece un contexto para la expresión lúdica regulada y reafirma, en la práctica, la importancia de un entorno familiar que equilibre el fomento de la autonomía individual con la contención y la guía afectuosa. La imagen de niños felices en un espacio público recuperado es, en última instancia, el reflejo de una comunidad que invierte simbólicamente en el bienestar emocional de sus generaciones más jóvenes.
Milagros Zevallos López