03/10/2025
He soñado con una maternidad hermosa, positiva y respetuosa, con apego seguro y con un vínculo especial. He trabajado en eso por mucho tiempo con mi hijo, pero siempre hubieron tropiezos y caídas que me hacían dudar de mi capacidad para sostener a mi hijo en momentos y conductas puntuales, pues terminaba gritando, diciendo cosas que definitivamente no quería decir y con la sensación de culpa y arrepentimiento. Acostándome a su lado mientras lo veía dormir preguntándome qué fue lo que me orilló a tener esa conducta si él es un niño pequeño sin responsabilidad en mis acciones.
Volvía a leer aquel capítulo del libro X, escuchar aquel podcast Y, buscar los apuntes el curso Z pero nada de eso podía puede hacer sostenible algo que no se ha reparado desde dentro.
Los padres hacemos lo mejor que podemos en medida de lo que conocemos, nos equivocamos y patinamos olímpicamente, y nuestros padres no han sido la excepción pero nunca con la intención de hacernos daño. A pesar de ello, todos cargamos con heridas de infancia, que a veces no necesariamente fueron como nuestra percepción infantil lo captó, pero ahí están.
Tú le gritas a tu hijo, déjame decirte que el no deja de amarte ni un poquito, sino que deja de amarse a sí mismo un poco cada vez. Entonces, el camino está en reconocer a tu niño herido, abrazarlo, y preguntarle qué le dolió.
Encontrarás que los gritos y palabras dolorosas no son para tu hijo, sino para ese niño que está en el espejo de su reflejo. Aprender a entendernos, querernos, y rescatarnos es parte de amar a nuestros hijos también.
Va con amor para todo el que necesite escucharlo 🧡