03/11/2025
Cuando recién estuve con Franco, él que era citadino (ya no porque ya lo convertí) no entendía el porqué de mi necesidad de los domingos de ir a “la amplitud de los campos” después de haber salido de juerga la noche anterior. En lugar de quedarme en mi casa, yo quería ir a Pachacamac, aunque sea a estar sentada en una banca.
Si bien, voy al campo desde que nací (la chacra tiene mi edad) esta necesidad empezó cuando hice mi internado de psicología, estaba agotada por la semana intensa de trabajo (horario completo atendiendo pacientes, 2 clases de la universidad y un diplomado en sexualidad) Los sábados en la tarde, dormía y el domingo, seguía cansada pero pensaba, me la paso toda la semana metida en un consultorio, tengo que ir al campo.
Luego, conforme continué estudiando, aprendí sobre el efecto del contacto con la naturaleza en las ondas del cerebro. No era solo una costumbre, estaba científicamente comprobado que me hacía bien, que a todos nos hace bien.
Lo más increíble es que si no puedes ir a la naturaleza, tener una planta en casa, verla y cuidarla también trae esos beneficios. Incluso ver imágenes, escuchar audios o evocar los recuerdos y visualizar que estás en medio de la naturaleza, calma el cerebro, disminuyendo los pensamientos rumiantes, el estrés y aumentando la creatividad.
Ayer tenía intenciones de ir a meditar debajo de un árbol, pero me encontré 2 caballos y 2 burros sueltos, aunque también los he visto desde pequeña, les tengo cierto temor y preferí quedarme sentadita en el jardín.
Cuéntame, cómo te sientes en contacto con la naturaleza? Te leo!
Con amor,
Rebe 🩷