31/10/2025
🌿 El poder invisible del cuidado
En 1990, Brandon Seminatore nació prematuramente con solo 29 semanas de gestación y poco más de un kilo de peso en el hospital infantil Lucile Packard de Stanford, en Palo Alto, California.
Durante semanas, su vida dependió de los cuidados intensivos de la enfermera Vilma Wong, quien lo sostuvo en brazos, lo alimentó y lo ayudó a aferrarse a la vida.
Veintiocho años después, el destino los reunió en el mismo hospital. Brandon, convertido en médico residente de pediatría y neurología infantil, coincidió en un turno con Vilma. Ella reconoció su apellido y confirmó, emocionada, que aquel joven médico era el mismo bebé al que había cuidado décadas atrás.
La fotografía de 1990, donde Vilma lo sostiene en brazos, volvió a aparecer junto a una nueva imagen: los dos, de pie, en el mismo hospital, 28 años después. Un círculo que se cierra con profunda humanidad.
Probablemente, la ternura, la calma y la entrega de aquella enfermera dejaron una huella silenciosa en el inconsciente del niño, una semilla de vocación que años más tarde germinaría en el deseo de sanar a otros.
Porque el cuidado no solo salva vidas… también inspira propósitos y despierta vocaciones.
Historias como la de Vilma y Brandon nos recuerdan que los profesionales de la salud no solo curan cuerpos, sino que acompañan almas, sostienen esperanzas y siembran, sin saberlo, la inspiración que puede transformar el futuro de alguien.