Neurología y Servicios Terapéuticos

Neurología y Servicios Terapéuticos Atención especializada de las Enfermedades del Sistema Nervioso y Afines, realizando su Prevención

03/12/2025

El verano de 1952 fue el verano en que los padres dejaron de respirar con tranquilidad.
Aquel año, unos 57.000 niños estadounidenses contrajeron poliomielitis. Los parques quedaron vacíos. Las piscinas cerraron. Los cines se quedaron sin público. Las familias mantuvieron a sus hijos dentro de casa, ventanas cerradas frente a un enemigo invisible que paralizaba sin aviso.

En salas hospitalarias de todo el país, hileras de pulmones de acero —cilindros metálicos que respiraban por niños paralizados— marcaban un ritmo mecánico constante. Los afortunados volverían a caminar. Los que no, jamás saldrían de esas máquinas.

En un laboratorio subterráneo en Pittsburgh, Jonas Salk corría literalmente contra la muerte.

Hijo de inmigrantes judíos rusos, Salk creció en un barrio humilde del Bronx donde sus padres no podían pagar una universidad, pero insistían en la educación. Su madre le planchaba las camisas cada mañana para el instituto diciendo: “Debes parecer que perteneces, incluso cuando te digan que no.”

Fue el primero de su familia en ir a la universidad y eligió la investigación antes que la práctica clínica.
“¿Por qué científico y no médico?”, preguntó su madre.
“No podía ayudar a un solo paciente por vez —respondió—. Quería ayudar a millones.”

Para 1952, Salk llevaba cinco años desarrollando algo que muchos consideraban imposible: una vacuna de virus inactivado contra la polio. Parte del estamento científico dudaba de su enfoque; algunos colegas argumentaban que era arriesgado. Salk, sin embargo, había notado algo crucial: los niños que sobrevivían a la polio no volvían a enfermar. Sus cuerpos recordaban. Si lograba enseñar al sistema inmune a reconocer el virus mu**to, podría defenderse del vivo.

La teoría era una cosa. Probarla, otra.

El 2 de julio de 1953, Salk hizo algo que hoy habría puesto en riesgo cualquier carrera: se inyectó a sí mismo su vacuna experimental. Luego a su esposa, Donna. Y después a sus tres hijos: Peter, de 9 años; Darrell, de 6; y Jonathan, de 3.

“Estás loco”, murmuraban algunos colegas.
“Eres un genio o un irresponsable”, decían otros a sus espaldas.

Durante semanas observó a sus hijos buscando cualquier señal de enfermedad. Analizó su sangre sin descanso. Pasó noches en vela oyéndolos respirar.

Siguieron sanos. Sus análisis mostraron anticuerpos. Había funcionado.

Pero tres niños no bastaban. Necesitaba miles.

El 26 de abril de 1954, en la Escuela Franklin Sherman, en Virginia, el pequeño Randy Kerr, de 6 años, arremangó su brazo y se convirtió en el primer niño del mayor estudio médico de la historia. Le siguieron 1,8 millones de niños —los “Polio Pioneers”— que llevaban sus insignias con orgullo.

Los padres firmaban los consentimientos con manos temblorosas. Algunas iglesias organizaron vigilias. El país entero contuvo la respiración.

Salk pasó el año del ensayo en angustia. Cada fiebre reportada, cada niño enfermo, le hacía preguntarse si había cometido un error imperdonable. Perdió peso. Dormía poco.

Y luego, el 12 de abril de 1955 —exactamente diez años después de la muerte de Franklin D. Roosevelt— se anunciaron los resultados en la Universidad de Míchigan.

“Segura. Eficaz. Potente.”

El auditorio estalló. Las campanas repicaron en muchas ciudades. Tiendas cerraron. Gente lloró en las calles. Los padres abrazaron a sus hijos.

Pocas horas después, los periodistas preguntaron a Salk quién poseía la patente.
Su respuesta los dejó sin palabras:
“El pueblo, diría yo. No hay patente. ¿Cómo se podría patentar el sol?”

La cedió al mundo. Gratis.

Y aquello compró algo inmensamente mayor:
Para 1961, los casos habían caído más del 90%.
Para 1979, la polio estaba eliminada en Estados Unidos.
Para 2023, persistía solo en dos países.
Según estimaciones internacionales, unos 18 millones de personas que habrían quedado paralizadas pueden caminar hoy.
Cientos de miles de vidas han sido salvadas.

Salk nunca recibió el Premio Nobel —razones políticas y rivalidades influyeron—, pero obtuvo algo más profundo: ver a los niños correr sin miedo.

Antes de morir en 1995, le preguntaron qué quería en su tumba.
“Preferiría que estuviera en un parque —dijo—. Donde juegan los niños que no contrajeron polio. Eso basta.”

Hoy, en un depósito en Atlanta, se conserva uno de los últimos pulmones de acero del país. Pieza de museo. Monumento a un enemigo derrotado.

Porque un hombre eligió arriesgarlo todo —incluida la seguridad de su propia familia— para proteger a la de millones.

Pudo haber sido el científico más rico de la historia.
Decidió ser algo más raro: verdaderamente necesario.

La próxima vez que alguien diga que una sola persona no puede cambiar el mundo, cuéntale el verano de 1952, cuando los padres temían y los niños enfermaban.
Y luego háblale de Jonas Salk, el hombre que regaló el sol.

03/12/2025

𝐍𝐞𝐮𝐫𝐨𝐧𝐚𝐬 𝐞𝐧 𝐥𝐚 𝐀𝐦𝐢́𝐠𝐝𝐚𝐥𝐚 🧠

👉🏻 La amígdala es una estructura del cerebro que se encarga de procesar emociones, especialmente el miedo y la ansiedad. Contiene varios tipos de neuronas, incluyendo:

- 𝐍𝐞𝐮𝐫𝐨𝐧𝐚𝐬 𝐩𝐢𝐫𝐚𝐦𝐢𝐝𝐚𝐥𝐞𝐬 🌀: Son las neuronas más comunes en la amígdala y se encargan de procesar información sensorial y emocional.
- 𝐍𝐞𝐮𝐫𝐨𝐧𝐚𝐬 𝐢𝐧𝐭𝐞𝐫𝐜𝐚𝐥𝐚𝐫𝐞𝐬 🔩: Son neuronas que se encuentran entre las neuronas piramidales y se encargan de regular la actividad de estas últimas.
- 𝐍𝐞𝐮𝐫𝐨𝐧𝐚𝐬 𝐆𝐀𝐁𝐀𝐞́𝐫𝐠𝐢𝐜𝐚𝐬 💤: Son neuronas que liberan el neurotransmisor GABA, que es un inhibidor de la actividad neuronal.
- 𝐍𝐞𝐮𝐫𝐨𝐧𝐚𝐬 𝐠𝐥𝐮𝐭𝐚𝐦𝐚𝐭𝐞𝐫𝐠𝐢𝐜𝐚𝐬 🔥: Son neuronas que liberan el neurotransmisor glutamato, que es un excitador de la actividad neuronal.

𝐅𝐮𝐧𝐜𝐢𝐨𝐧𝐞𝐬 𝐝𝐞 𝐥𝐚𝐬 𝐍𝐞𝐮𝐫𝐨𝐧𝐚𝐬 𝐞𝐧 𝐥𝐚 𝐀𝐦𝐢́𝐠𝐝𝐚𝐥𝐚 💡

- 𝐏𝐫𝐨𝐜𝐞𝐬𝐚𝐦𝐢𝐞𝐧𝐭𝐨 𝐞𝐦𝐨𝐜𝐢𝐨𝐧𝐚𝐥 😱: Las neuronas en la amígdala se encargan de procesar emociones, especialmente el miedo y la ansiedad.
- 𝐀𝐩𝐫𝐞𝐧𝐝𝐢𝐳𝐚𝐣𝐞 𝐞𝐦𝐨𝐜𝐢𝐨𝐧𝐚𝐥 📚: Las neuronas en la amígdala se encargan de aprender y recordar asociaciones emocionales.
- 𝐑𝐞𝐠𝐮𝐥𝐚𝐜𝐢𝐨́𝐧 𝐝𝐞 𝐥𝐚 𝐫𝐞𝐬𝐩𝐮𝐞𝐬𝐭𝐚 𝐚𝐥 𝐞𝐬𝐭𝐫𝐞́𝐬 🌡️: Las neuronas en la amígdala se encargan de regular la respuesta al estrés y la ansiedad.

https://www.neurocienciaspuebla.net/talleres

30/11/2025

Nadie en Nueva York olvidó jamás aquella tarde de 1869. Una mujer cruzó la Quinta Avenida corriendo, con su falda recogida y un bolso de cuero apretado contra el pecho. Se llamaba Marie Zakrzewska, tenía 43 años, y mientras la multitud se apartaba para dejarla pasar, todos pensaban lo mismo:

“¿Qué puede hacer una mujer ahí?”

En el suelo, un hombre yacía sin moverse. Un carruaje lo había atropellado. La gente miraba. Comentaba. Señalaba. Pero nadie sabía qué hacer.

Hasta que Marie se arrodilló.

—Háganse a un lado —ordenó, sin elevar la voz.

—¿Señora, está usted loca? —dijo un policía—. No tiene por qué intervenir.

—Si no intervengo yo, él muere —respondió ella, sin pestañear.

Mientras otros dudaban, Marie actuó. Tomó su pulso. Abrió su camisa. Revisó su respiración. Dio indicaciones claras:

—Necesito un carruaje vacío. Y una manta.

Varias personas corrieron a buscar lo que pedía. Marie colocó al hombre con sumo cuidado.

—No lo muevan así —dijo, sujetando el cuello del herido—. Podemos dañarle la columna.

El policía la miraba, confundido.

—¿Quién es usted?

Marie alzó los ojos.

—La mujer que está haciendo lo que usted debería hacer.

Aquel episodio no la dejó tranquila. Esa noche, mientras escribía en su pequeño despacho, no podía borrar la imagen del hombre desvanecido en plena calle.

“Qué barbaridad”, pensó. “Una ciudad con miles de habitantes… y nadie sabe ayudar”.

Marie no era una mujer común. Era doctora. Alemana. Y una pionera que ya había luchado mil batallas para ser tomada en serio. Sabía que en Nueva York la mayoría de los accidentes terminaban en tragedia porque nadie llegaba a tiempo… o porque llegaban, pero sin conocimientos.

“Hay que hacer algo”.

Y esa idea no la soltó.

Dos semanas después, reunió a dos médicos y una enfermera en un pequeño salón del East Side.

—Necesitamos un cuerpo de respuesta rápida —explicó—. Personas entrenadas. Carros adaptados. Material básico. Algo que pueda llegar a cualquier punto de la ciudad en minutos.

Los médicos se miraron.

—¿Una especie de… brigada médica móvil?
—Exacto.

Hubo dudas, críticas, risas.

—Marie, eso sería imposible de financiar.
—Marie, la ciudad no autorizaría algo así.
—Marie, nadie confiará en un sistema inventado por una mujer.

Ella apoyó ambas manos sobre la mesa.

—Pues si la ciudad no lo autoriza, lo empezaremos nosotros. Los que se unan, trabajarán gratis hasta que demostremos que sirve.

Hubo silencio.

Y uno a uno… los tres dijeron:

—Estoy dentro.

El primer “vehículo de emergencia” no era más que un carruaje reforzado, con una camilla rudimentaria y una caja de madera llena de vendas, alcohol y unas pinzas quirúrgicas.

Marie y su equipo entrenaron días enteros: cómo cargar a un herido, cómo detener una hemorragia, cómo inmovilizar fracturas, cómo actuar en pánico.

Pero lo más difícil no fue el entrenamiento.
Fue la reacción de la gente.

—¡Eh, ahí van los locos de la doctora! —gritaban algunos.
—¿Qué es eso? ¿Un circo? —se burlaban otros.

Marie no respondía.
Ella esperaba los hechos.

Y los hechos llegaron.

El primer aviso ocurrió un sábado. Un niño se había caído desde el segundo piso de una vivienda. La gente gritaba en la calle.

El carruaje de Marie llegó en pocos minutos.

—¡A un lado! —gritó ella bajando del vehículo—. ¡Déjenme verlo!

Mientras la madre sollozaba, Marie examinó al pequeño.

—Respira. Tiene pulso. Podemos salvarlo.

Lo inmovilizó con tablas, dio instrucciones rápidas y lo llevaron al hospital.

Sobrevivió.

Ese día, la ciudad entera cambió de opinión.

Lo que empezó como una “locura sin futuro” se convirtió en el primer servicio de ambulancias urbanas modernas. Nueva York adoptó el sistema. Luego, Boston. Después, el resto del país.

Marie nunca buscó reconocimiento.
Solo buscaba que nadie muriera por ignorancia.

Más tarde, cuando le preguntaron por qué insistió tanto, respondió:

—Porque no soporto ver cómo la gente muere rodeada de espectadores. Todos podemos salvar una vida… si alguien se atreve a empezar.

30/11/2025

Un golpe leve en la cabeza puede parecer insignificante desde afuera, pero dentro del cráneo ocurre algo mucho más delicado. El cerebro no está fijo ni pegado a las paredes internas del cráneo; flota en un líquido que lo protege y amortigua los movimientos. Sin embargo, cuando la cabeza recibe un impacto, incluso uno que no deja chichón ni produce dolor intenso, el cerebro se desplaza bruscamente y golpea contra las estructuras rígidas del cráneo. Ese movimiento repentino es suficiente para desencadenar una conmoción cerebral.

La conmoción no depende de la fuerza del golpe, sino de la aceleración y desaceleración que el cerebro experimenta. Cuando la cabeza se mueve de forma inesperada, el tejido cerebral se estira, se comprime y se desliza dentro del cráneo. Esto altera temporalmente la función de las neuronas y provoca un desequilibrio químico que afecta cómo se comunican entre sí. Por eso, incluso después de un golpe leve, la persona puede experimentar mareos, confusión, dolor de cabeza, visión borrosa o una sensación de estar “desconectada”.

Mientras esto ocurre, el cerebro entra en un estado de vulnerabilidad. Las membranas neuronales se vuelven más sensibles, los neurotransmisores se liberan de forma desordenada y algunas zonas disminuyen su actividad temporalmente. Es como si el cerebro quedara “aturdido”, funcionando por debajo de su capacidad normal. Incluso sin pérdida de conciencia, este desajuste interno puede afectar la memoria inmediata, el equilibrio y la capacidad de concentración.

Con el paso de las horas, la inflamación comienza a aumentar. Pequeñas áreas del cerebro pueden hincharse como respuesta al impacto, lo que explica por qué algunos síntomas aparecen tarde: sensibilidad al ruido, dificultad para pensar con claridad, irritabilidad o una fatiga mental que no existía antes. El cuerpo intenta restaurar el equilibrio, pero ese proceso puede tardar días, y durante ese tiempo el cerebro se encuentra más expuesto a sufrir un daño mayor si ocurre un segundo golpe.

Lo preocupante es que muchas conmociones no producen síntomas dramáticos. La persona puede caminar, hablar e incluso sentirse “bien” al inicio, pero aun así tener alteraciones en la actividad cerebral. Por eso los golpes leves nunca deben subestimarse, especialmente si se acompañan de dolor persistente, náuseas, somnolencia, dificultad para enfocarse o cualquier cambio en el comportamiento.

Una conmoción cerebral no es simplemente un golpe; es una alteración real del funcionamiento cerebral provocada por un movimiento brusco dentro de un espacio rígido. Entenderlo ayuda a reconocer la importancia de vigilar los síntomas y buscar atención cuando algo no se siente normal después de un impacto, por pequeño que parezca.

Recordatorio esencial:
Este contenido es educativo y no sustituye una consulta médica. Si después de un golpe en la cabeza presentas dolor persistente, mareos, confusión, vómitos o somnolencia excesiva, busca atención profesional de inmediato.

30/11/2025

LA PRESIÓN ALTA DAÑA LOS VASOS PEQUEÑOS DEL CEREBRO Y AFECTA TU MEMORIA LENTAMENTE

Hay personas que viven años con la presión alta sin darse cuenta. Siguen con su rutina, trabajan, conversan, se sienten “normales”, y como no hay dolor ni síntomas evidentes, creen que todo está bajo control. Pero mientras la vida aparenta seguir igual, algo silencioso ocurre dentro del cerebro: los vasos sanguíneos más pequeños empiezan a deteriorarse poco a poco, reduciendo el flujo de sangre que alimenta las zonas encargadas de la memoria, la concentración y el pensamiento. Y lo más inquietante es que este proceso avanza sin ruido, sin señales claras, hasta que un día comienzas a notar que algo en tu mente ya no funciona como antes.

La presión alta ejerce una fuerza excesiva sobre las paredes de los vasos sanguíneos. En las arterias grandes esto es preocupante, pero en los capilares del cerebro, que son finos, delicados y esenciales para llevar oxígeno a las neuronas, el impacto es aún mayor. Con el tiempo estos vasos se van endureciendo, estrechando o dañando, lo que disminuye el flujo de sangre hacia áreas clave del cerebro. Cuando una neurona recibe menos oxígeno y menos nutrientes, no muere de inmediato, pero sí empieza a funcionar más lento, pierde eficiencia y se vuelve más vulnerable.

Este daño progresivo afecta especialmente a regiones responsables de la memoria a corto plazo, la velocidad de procesamiento y la capacidad para concentrarse. Puedes empezar a olvidar dónde dejaste las llaves, lo que ibas a decir, una cita importante o la razón por la que entraste a una habitación. Al inicio lo atribuyes a estrés o cansancio, pero lo que está ocurriendo es mucho más profundo: tu cerebro está sufriendo microlesiones que se acumulan con el tiempo.

La hipertensión también provoca algo conocido como “microinfartos” o “pequeños accidentes cerebrovasculares silenciosos”. No causan los síntomas dramáticos de un derrame cerebral, pero sí dejan pequeñas áreas dañadas que afectan lentamente la capacidad cognitiva. Cada microinfarto puede pasar desapercibido, pero cuando se suman uno tras otro a lo largo de los años, terminan impactando seriamente la memoria y la claridad mental.

El proceso ocurre tan despacio que casi nunca se nota al principio. Sigues trabajando, hablando y viviendo tu vida, pero tu cerebro empieza a operar con menos reservas. Y cuando finalmente aparecen señales más evidentes —dificultad para recordar, lentitud para pensar, problemas para organizar ideas—, el daño suele ser acumulado y lleva años desarrollándose.

Porque la presión alta no solo afecta al corazón. Afecta la forma en que tu cerebro respira, se nutre y se mantiene vivo. Y si tu memoria comienza a fallar sin una explicación clara, a veces la causa no está en la edad, ni en el estrés, ni en la genética… sino en esos vasos minúsculos que, día tras día, han estado recibiendo más presión de la que pueden soportar.

30/11/2025
30/11/2025

Hoy es el Día Mundial de los Trastornos del Movimiento, un día para generar conciencia acerca de las numerosas personas que viven con trastornos del movimiento en todo el mundo. Esto incluye a los 10 millones de personas de todo el mundo que viven actualmente con la enfermedad de Parkinson. 🌏

Si usted o un ser querido vive con la EP, sepa que no está solo. La Parkinson’s Foundation está para brindarle recursos gratuitos y apoyo: Parkinson.org/Recursos

27/11/2025

Derrame Cerebral Isquémico y Hemorrágico? 🚨

El Accidente Cerebrovascular (ACV) ocurre cuando el suministro de sangre a una parte del cerebro se interrumpe, causando la muerte de las células cerebrales.

1. ACV Isquémico:⚠️
Es la forma más frecuente, responsable de aproximadamente el 87% de todos los ACV.

Mecanismo: Ocurre cuando un vaso sanguíneo que irriga el cerebro se bloquea, impidiendo el flujo de sangre y oxígeno (isquemia).

Causa Principal: El bloqueo es causado por un trombo (un coágulo que se forma en el vaso afectado) o un émbolo (un coágulo o placa que viaja desde otra parte del cuerpo, como el corazón o la carótida).

Daño: La falta de oxígeno y glucosa lleva al infarto cerebral (muerte del tejido). El daño es causado por la privación de recursos.

Tratamiento Agudo: Se busca restaurar el flujo, a menudo con medicamentos trombolíticos ("rompe-coágulos") si se administran rápidamente (ventanas de 3 a 4.5 horas) o mediante la trombectomía mecánica.

2. ACV Hemorrágico: 💥
Es menos común (alrededor del 13% de los casos) pero generalmente presenta una mayor mortalidad.

Mecanismo: Ocurre cuando un vaso sanguíneo se rompe, provocando una hemorragia o sangrado dentro o alrededor del cerebro.

Causa Principal: La causa más frecuente es la hipertensión arterial crónica no controlada, que debilita las paredes arteriales. Otras causas incluyen aneurismas rotos o malformaciones arteriovenosas (MAV).

Daño: El daño es doble: por un lado, las células cerebrales son dañadas por la presión directa del hematoma (sangre coagulada) y, por otro lado, el tejido distal sufre isquemia porque la sangre se ha desviado.

Tratamiento Agudo: Se busca controlar el sangrado y reducir la presión intracraneal. Esto a menudo requiere medicación para bajar la presión arterial rápidamente y, en algunos casos, cirugía para evacuar el hematoma.

AVISO MÉDICO IMPORTANTE:
El ACV es una emergencia médica. El tratamiento depende del tipo de ACV, por lo que la identificación rápida mediante neuroimagen es vital. Recuerde la regla F.A.S.T.: Face (cara), Arms (brazos), Speech (lenguaje), Time (tiempo).

26/11/2025
26/11/2025

𝐈𝐦𝐩𝐥𝐢𝐜𝐚𝐧𝐜𝐢𝐚 𝐞𝐧 𝐞𝐥 𝐀𝐩𝐫𝐞𝐧𝐝𝐢𝐳𝐚𝐣𝐞 𝐝𝐞 𝐍𝐞𝐮𝐫𝐨𝐭𝐫𝐚𝐧𝐬𝐦𝐢𝐬𝐨𝐫𝐞𝐬 𝐂𝐥𝐚𝐯𝐞 🧠🧬📝📚
👉🏻 Los neurotransmisores acetilcolina, dopamina, glutamato, GABA, serotonina y noradrenalina juegan roles importantes en diversos aspectos del aprendizaje, la memoria, la motivación y la regulación del estado de ánimo.
📝𝐈𝐦𝐩𝐥𝐢𝐜𝐚𝐧𝐜𝐢𝐚𝐬 𝐞𝐧 𝐞𝐥 𝐀𝐩𝐫𝐞𝐧𝐝𝐢𝐳𝐚𝐣𝐞 𝐲 𝐂𝐨𝐠𝐧𝐢𝐜𝐢𝐨́𝐧
❇️𝐀𝐜𝐞𝐭𝐢𝐥𝐜𝐨𝐥𝐢𝐧𝐚: Importante para la atención, el aprendizaje y la memoria. La degeneración de neuronas colinérgicas se asocia con déficits cognitivos en enfermedades como el Alzheimer.
❇️ 𝐃𝐨𝐩𝐚𝐦𝐢𝐧𝐚: Crucial para la motivación, el refuerzo del aprendizaje y la toma de decisiones. Influencia la formación de hábitos y respuestas a recompensas.
❇️𝐆𝐥𝐮𝐭𝐚𝐦𝐚𝐭𝐨: Principal neurotransmisor excitatorio del cerebro; esencial para la plasticidad sináptica y la formación de memorias.
❇️𝐆𝐀𝐁𝐀: Neurotransmisor inhibitorio que regula la actividad neuronal, contribuyendo a la estabilidad y equilibrio del sistema nervioso.
❇️𝐒𝐞𝐫𝐨𝐭𝐨𝐧𝐢𝐧𝐚: Influencia el estado de ánimo, la ansiedad y puede modular aspectos del aprendizaje relacionados con la emoción y la motivación.
❇️𝐍𝐨𝐫𝐚𝐝𝐫𝐞𝐧𝐚𝐥𝐢𝐧𝐚: Involucrada en la atención, la alerta y la respuesta al estrés; puede afectar la consolidación de memorias.
𝐈𝐦𝐩𝐨𝐫𝐭𝐚𝐧𝐜𝐢𝐚 𝐞𝐧 𝐥𝐚 𝐂𝐨𝐠𝐧𝐢𝐜𝐢𝐨́𝐧 𝐲 𝐞𝐥 𝐀𝐩𝐫𝐞𝐧𝐝𝐢𝐳𝐚𝐣𝐞
➡️ El equilibrio y la interacción de estos neurotransmisores son fundamentales para el funcionamiento cognitivo óptimo.
➡️ Desequilibrios en estos sistemas pueden contribuir a trastornos neuropsiquiátricos y cognitivos.

https://www.neurocienciaspuebla.net/talleres

26/11/2025

"EL MÉDICO QUE APRENDIÓ A ESCUCHAR LA VIDA A TRAVÉS DE UN TUBO DE PAPEL" 🎧📜

✍️La Medicina y su Historia en Pasión Médica Pro

René Théophile Hyacinthe Laennec (1781-1826) fue un joven médico bretón, tímido, reservado y extraordinariamente observador, que cambió la historia de la medicina con un gesto tan simple como ingenioso: enrollar una hoja de papel. En un París donde los médicos aún palpaban, olían y golpeaban el tórax directamente con el oído sobre la piel del paciente, Laennec se abría paso entre la tradición y la necesidad de comprender mejor los sonidos del cuerpo humano. De aquella mezcla de prudencia, incomodidad y agudeza nació el estetoscopio.

A comienzos del siglo XIX, la auscultación directa —o “método inmediato”— reinaba como técnica diagnóstica. Los médicos acercaban la oreja al pecho del enfermo para intentar descifrar los misteriosos ruidos pulmonares y cardíacos. Pero en 1816, Laennec enfrentó un caso que marcaría un antes y un después: una joven con síntomas de enfermedad cardíaca, cuyo tórax voluminoso hacía imposible una auscultación eficiente, y que por pudor él mismo dudaba en examinar de la forma tradicional. Fue entonces cuando recordó un principio acústico que había observado en la infancia: cómo un golpe en un extremo de un tronco de madera podía escucharse claramente en el otro. Inspirado por esa idea, tomó una hoja de papel, la enrolló formando un cilindro y apoyó un extremo en el tórax de la paciente y el otro en su oído.

Lo que escuchó lo dejó maravillado: los sonidos cardíacos se percibían más fuertes, más claros y más precisos que con el método habitual. Aquella hoja de papel improvisada se convirtió en la primera versión del estetoscopio, un instrumento cuya utilidad clínica sería revolucionaria. Días después, Laennec reemplazó el papel por un cilindro de madera hueco, más sólido y eficiente. Así nació el “estetoscopio monaural”, un tubo recto de unos 30 cm que pronto comenzó a utilizar en su práctica diaria.

Laennec no solo inventó el instrumento: también creó un lenguaje completamente nuevo para describir lo que escuchaba. Fue el primero en usar términos como crepitaciones, roncus, pectoriloquia, egofonía y soplo tubárico, correlacionando cada sonido con una lesión anatómica comprobada en autopsias realizadas por él mismo. Su minuciosidad permitió por primera vez diagnosticar neumonías, tuberculosis, derrames pleurales y alteraciones cardíacas sin necesidad de abrir el cuerpo, transformando la medicina en una disciplina más precisa, científica y menos especulativa.

En 1819 publicó su obra monumental “De l’Auscultation Médiate”, donde explicó el uso del estetoscopio, describió la semiología acústica y fundamentó la auscultación como pilar del examen físico. Aunque algunos colegas inicialmente lo miraron con escepticismo y consideraban el artefacto un capricho extravagante, muy pronto la claridad diagnóstica que ofrecía fue innegable. Médicos de toda Europa adoptaron el invento, perfeccionaron su forma y lo convirtieron en emblema de la profesión.

Laennec murió joven, a los 45 años, víctima de tuberculosis, la misma enfermedad que tantas veces diagnosticó gracias a su propio instrumento. Antes de morir, entregó su estetoscopio personal a su sobrino médico, con una frase que resumía su visión del oficio: “Guárdalo y úsalo bien; es escuchando como se aprende a curar.”

Hoy, dos siglos después, el estetoscopio sigue siendo un símbolo universal de la medicina. Y todo comenzó con una hoja de papel enrollada entre las manos de un médico tímido, brillante y decidido a escuchar más allá de lo evidente.👌💯

26/11/2025

La investigadora barcelonesa, que codirige el centro de envejecimiento de la Universidad Einstein en Nueva York, participa en el CNIO, en Madrid, en una conferencia internacional sobre envejecimiento | Cadena SER

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