07/11/2025
LA INCURIA: En una corporación compuesta por un grupo de médicos, donde cada uno es dueño de su propia clínica, el hecho de que uno de ellos se enferme y no pueda dirigir su práctica no autoriza a otro médico a intervenir en su oficina, absorber su práctica, fijarse una renta por sí mismo y apropiarse ilegalmente de lo que no le pertenece.
Es de conocimiento público que por más de treinta años el Dr. Antonio Declet ejerció su práctica médica en dichas facilidades, las cuales él mismo construyó con su esfuerzo y recursos personales. Mantenía allí sus bienes muebles e inmuebles, su equipo y su clientela, sin deberle nada a nadie.
El problema surge cuando, aprovechando su condición de salud, otro médico lo colocó en una situación de incuria, impidiendo que su familia o allegados pudieran tomar decisiones sobre la práctica, ya fuera venderla, cerrarla o mantenerla abierta con otro facultativo. En lugar de actuar con ética y transparencia, tomó de manera unilateral la decisión de autoproclamarse único accionista, utilizando nombres y documentos de manera fraudulenta.
Las pruebas son contundentes, y los procesos legales correspondientes se avecinan. Lo ocurrido constituye un secuestro de la práctica médica del Dr. Declet, llevado a cabo con el apoyo de terceros interesados en el dinero, que facilitaron la apropiación indebida de algo que este individuo jamás hubiera alcanzado por mérito propio.
En resumen, este médico se aprovechó de la enfermedad del Dr. Declet para subirse al barco que él construyó con décadas de trabajo, y lo hizo cerrando toda posibilidad de diálogo o entendimiento. En un sistema de salud frágil, pretendió confundir el ser socio con ser dueño, dos cosas muy distintas. Este individuo, conocido por su falta de fe y su oportunismo, se vende como un hombre correcto, cuando detrás se oculta un verdadero impostor. Las circunstancias ha puesto a la familia Declet en una situación de indefesion durante un largo período. Todo tiene su momento y es cuestión de tiempo. Con Dios por delante siempre.