01/11/2025
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En Puerto Rico todavía hay quienes dicen que la psicología no debería meterse en política.
Que la terapia es “neutral”, que el consultorio debe ser un espacio “ajeno” a lo social.
Pero, ¿cómo separar lo psicológico de lo político cuando lo que enferma tantas veces es el sistema?
La pobreza, el racismo, la violencia de género, la falta de acceso a servicios de salud mental, la precarización del trabajo terapéutico… todo eso tiene raíces políticas.
Y cuando trabajamos con quienes sufren sus efectos, estamos interviniendo también en esas estructuras.
Cada vez que ayudamos a una persona a ponerle nombre a la opresión, a reconocerse merecedora, a decir “no más”, eso es un acto político.
Cada vez que acompañamos a alguien a romper un ciclo de abuso, o cuestionar una norma social que perpetúa el silencio, estamos desafiando al poder.
La neutralidad no existe. el silencio es una forma de consentimiento. Y en tiempos donde la salud mental se usa como consigna pero se descuida en la práctica, ejercer la psicología con ética, conciencia y humanidad es, en sí mismo, un gesto de resistencia.
La psicología no solo sana individuos. También puede transformar sociedades.
Pero para eso, necesitamos tener la valentía de reconocer que sanar… también es hacer política. (Gracias a la Dra. Betancourt por inspirarme)
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