El mejor pastel

Nuestra historia

Cuenta mi abuelo Francisco que la idea de vender pasteles surgió de mi abuela Rosa para ayudarlo a hacer su casa en cemento. Mi abuelo recuerda que madrugaba para ir a la Plaza del Mercado a comprar las viandas. Al llegar a su casa, la familia se unía y confeccionaba los pasteles.

Mi padre Francisco recuerda con nostalgia a su mamá preparando la cocina para hacer los pasteles, faena en la cual todos cooperaban. Le preparaba dos gorros de fundas de papel y se los colocaba en la cabeza para luego poner una lata de manteca de 25 libras llena de pasteles hervidos y llevarla a la Guardia Nacional de Vega Baja, donde los soldados esperaban y los compraban a 10 centavos cada uno. En un principio iba a pie, pero luego su papá lo llevaba en su carro. Los pasteles eran tan famosos que los soldados le encargaban para sus familias, y en navidad ordenaban de 200 a 300 unidades. Gracias a los pasteles, mis abuelos lograron construir su vivienda en cemento.

Desde pequeña observaba cómo se hacían los preparativos y la confección de los pasteles. Mi abuela me asignaba tareas para que ayudara y fuera aprendiendo. Cuando mi abuela enfermó, dejamos de hacer pasteles, hasta que decidí continuar la tradición familiar y honrar su memoria. Hoy día mantenemos nuestra cultura y costumbres como puertorriqueños ofreciendo un producto de calidad: el mejor pastel.