14/11/2025
Hace unos días me pasó algo que jamás imaginé vivir… y hoy quiero contártelo.
A eso de las 2:30 am, dormía plácidamente cuando un estruendo me arrancó del sueño. Me levanté asustada, corrí a la sala y, al mirar por la ventana, vi la escena más surreal de mi vida:
Un chorro gigante de agua saliendo a presión desde la calle, elevándose como una fuente… pero apuntando directamente a mi casa. Mi techo, mi garaje… todo bajo aquel diluvio.
Sentí terror. No sabía a quién llamar ni qué hacer. Mi carro estaba atrapado en el garaje, el día apenas comenzaba y yo tenía clientes, gestiones y a mi hijo que llevar a la escuela. Mientras pasaban los minutos, el agua empezó a colarse por dentro de la casa.
Toallas, baldes, exprimideras… yo, desvelada, tratando de detener lo inevitable. Mi cuarto de laundry terminó inundado. Y el ruido del chorro fuera era ensordecedor. Hubo un momento en que pensé: “Esto no se va a resolver hoy… voy a perder mis cosas.”
Pero entonces me detuve.
Respira, Giselle.
Esto no está bajo tu control. Mantén calma para pensar.
Esperé a las 6:00 am para llamar a la Autoridad de Acueductos. Contestó una mujer que tomó la información rápido y prometió enviar una brigada. Mientras tanto, seguí sacando agua… y llamé a mi vecino. Con gran dificultad —y aquel chorro cayendo como una cascada sobre el garaje— logramos sacar el carro para poder llevar a mi hijo a la escuela.
Ese pequeño respiro en el carro me devolvió la calma. Hablé con Dios, pedí ayuda, paz, claridad… y sentí que me escuchó.
Al regresar, noté algo curioso: el chorro empezaba a cambiar de dirección. Quizás era mi esperanza, pero lo veía menos intenso. Una hora después, llegaron dos camiones de maquinaria pesada. Excavaron, hallaron la rotura y cerraron la llave principal.
De pronto…
Silencio.
El chorro cesó.
Sentí como si la vida misma me devolviera el aire.
Y cuando pensé que el día no podía ponerse más extraño… llegó una reportera a mi casa. Luego otro. Dos entrevistas, dos canales de televisión, mi historia al aire mientras yo aún exprimía toallas y sacaba agua.
En medio de todo, encontré cosas hermosas:
✨ La amabilidad de mis vecinos.
✨ La humanidad de esos periodistas que veo todos los días en TV y que ayer estaban en mi garaje hablando conmigo como si nos conociéramos de años.
✨ La certeza de que incluso en el caos, siempre aparece gente buena.
Al final del día, la calle quedó reparada, el ruido se fue, la calma regresó.
Qué clase de día… pero qué bendición dentro del desastre.
💛 Enseñanza del día:
A veces la vida nos sorprende con situaciones que parecen incontrolables, que nos sacuden, nos asustan y nos dejan sin fuerzas. Pero respirar, soltar lo que no depende de nosotros y confiar… abre el camino para que todo fluya.
Siempre hay soluciones. Siempre hay gente buena. Y siempre, siempre, Dios se encarga.