30/05/2023
Muchos padres se habrán fijado que, cuando son muy pequeñitos, sus hijos no lloran cuando los dejan solitos en su habitación. Esto les hace pensar que sus hijos no tienen miedo de quedarse solos y, por esto, no dan mucha guerra.
Sin embargo, esta creencia se va a pique cuando el bebé, que ya tiene unos cuantos meses, ahora sí que los echa de menos y es cuando empieza el llanto … ¿Qué ha pasado? ¿Por qué antes no era un problema quedarse solo y ahora sí?
La respuesta a esto la tenemos en la idea de la permanencia del objeto, una capacidad que se va desarrollando a medida que el niño va superando sus dos primeros años de vida.
Durante los primeros meses de vida, cuando cualquier objeto queda fuera de la vista del bebé, en su mente este objeto deja de existir. Es como si se desvaneciera. Si no lo ve es que no existe. Sin embargo, a partir de los 4 meses va, de forma muy paulatina, entendiendo que no ver un objeto no significa que haya desaparecido, sino que puede que esté oculto. A esto lo llamamos permanencia del objeto, y es una capacidad descrita especialmente por el famoso psicólogo suizo Jean Piaget.
A medida que va creciendo es cada vez más consciente de que no ver algo no es sinónimo de que ya no exista.