11/04/2025
Durante miles de años, nuestros ancestros veneraron a una Diosa Madre, creadora de la vida y de todo lo viviente.
Una visión de lo Divino como el cuerpo femenino, desnudo, de formas intensamente redondeadas; que era a la vez nutritivo, maternal e intensamente sensual y erótico. Pechos llenos, leche que rebosaba alimento y amor.
Se trata de un momento en el que "madre & eros" no estaban separadas en nuestra psique, como hoy en día.
La forma en que recordamos a esta Diosa tan venerada, como una experiencia directa, se da a través del arte de hacer el amor con el momento presente.
Un yoga interior muy sutil que unifica pasión e inocencia, comunión con el momento, de tal manera que lo Sagrado comienza a asomarse.
Hacer el amor no como una pornificación, sino como una forma de recibir, sentir y saborear la emanación de todo lo que nutre la vida.
Y este es el arte de la Pr******ta Sagrada.
Oler, saborear, escuchar y sentir la belleza del mundo. Y disfrutar de las corrientes de energía que surgen en nuestro interior al hacerlo, el alimento de esa fuerza vital que se traduce y se siente como Amor
- de forma similar a como, cuando una madre amamanta a su bebé, estimula la liberación de oxitocina, la hormona del amor, y nutre al bebé no solo con alimento sino también con Amor.-
Y al saborear estas corrientes de energía, podemos beber la leche, la miel, el néctar y el eros. Y así volver a nuestro hogar.
Esta Diosa tan venerada también sangra y da a luz, como las estaciones, el cambio de las mareas. Y también representa aquello que muere, nace y vuelve a morir.
Existe también un misterio sagrado sobre lo Divino en esta cualidad del cuerpo femenino, que tiene la capacidad de traer el alma y el espíritu desde lo desconocido a la carne, a la materia- materia deriva del latín "mater", que significa "madre".
El cuerpo de la mujer como puente entre el espíritu y la materia, el cielo y la tierra.