Elefante Rosa En La Luna

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Capítulo 2️⃣9️⃣ LandonDurante los días siguientes, opté por trabajar desde el salón ejecutivo delhotel. Ir a la oficina ...
10/30/2025

Capítulo 2️⃣9️⃣

Landon
Durante los días siguientes, opté por trabajar desde el salón ejecutivo del
hotel. Ir a la oficina habría supuesto pasar la mitad del tiempo respondiendo
a las preguntas de los empleados sobre el futuro de la empresa y la
seguridad de sus puestos de trabajo. La noticia de la posible compra se
había extendido como un reguero de pólvora.
El jueves bajé al restaurante del hotel y, durante el desayuno, me puse a
pensar en la mejor manera de manejar la situación.
Al revisar mis correos electrónicos, me di cuenta de que cada uno de los
miembros de la junta directiva me había enviado un mensaje en el que
exponía sus argumentos, es decir, por qué la venta era la mejor opción.
Independientemente de mi conflicto con ellos, los había elegido por su
inteligencia y visión empresarial, así que decidí evaluar sus motivos de
forma justa para luego construir mi argumento.
A regañadientes, empecé a leer la correspondencia de los miembros de
la junta directiva, mientras tomaba notas. Estaba claro, por la repetición de
sus palabras, que habían discutido mucho sobre el tema. Después de leerlos,
cogí uno de los blocs de notas del hotel y un bolígrafo. Siempre había
trabajado mejor con un bolígrafo y un papel en la mano.
La junta tenía razón en un aspecto: había previsto prescindir de DBC
Payment Solutions cuando elaboré el plan de negocio original, pero el
trabajo había sido mi refugio durante los últimos años. ¿Acaso me había
aferrado a él por las razones equivocadas? ¿Había llegado el momento de
dejarlo ir? Me pasé todo el día tomando notas.
Para el viernes, había empezado a elaborar una presentación
convincente. Aparte de la expansión geográfica, la empresa también podía
crecer introduciéndose verticalmente en otras industrias afines. Ambas
opciones eran igual de complejas. La expansión suponía una tarea tan
agotadora que aún me quedaban cicatrices de los años en los que estábamos
iniciando nuestro camino en Europa.
Frustrado, me pasé una mano por el pelo, mirando las diez páginas de
notas y las diapositivas de la presentación. Fuera ya estaba oscuro. Se me
había esfumado el día entre seis cafés y cero comidas. Durante los cuatro
años anteriores, había disfrutado de los retos y de la oportunidad de tener
aún más proyectos en los que involucrarme. Pero en ese momento mi
corazón ya no estaba dispuesto a ello.
Joder, no quería seguir viviendo como lo había hecho. Encerrado en mi
oficina, trabajando cada minuto que estaba despierto. Había algo más en la
vida que eso. El tiempo que había pasado en Los Ángeles con mi familia y
Maddie me había hecho caer en la cuenta de lo que me estaba perdiendo.
Vaya, echaba de menos a Maddie. Se me pasaron por la mente muchos
momentos de nuestro tiempo juntos. Nuestra conexión no era solo producto
de mi imaginación. Cada día confiaba más en mí, se entregaba más a mí en
cada momento. Lo que Maddie y yo teníamos era precioso y real. Ella
significaba todo para mí. ¿Pero por qué había actuado de esa forma antes de
que me fuera?
Seguro que mi noticia la había pillado por sorpresa. Repasé nuestra
conversación en mi cabeza. Le había contado en detalle el problema que se
había presentado con la empresa, pero no había hablado de lo nuestro.
Había estado esperando una señal de ella antes de abordar el tema, pero, ¿y
si ella también había estado esperando una de mí? ¿Estaba sobreanalizando
la situación?
No tenía ni idea, pero sí sabía una cosa. Si existía alguna posibilidad de
que Maddie quisiera un futuro juntos, la iba a coger con las dos manos. ¿Me
estaba agarrando a un clavo ardiendo? Tal vez, pero el dolor de mi pecho se
alivió ante la mera posibilidad de que aún pudiera conservar a Maddie en
mi vida.
Sonó mi teléfono y crucé los dedos para que no fuera Adam. No tenía
respuestas para él. Era Will. Miré alrededor del salón de negocios antes de
contestar. Estaba solo.
—¡Hola! ¿Cómo va todo? —preguntó.
—Nada bien.
Oí la charla de fondo y caí en la cuenta de que era la primera cena de
viernes a la que no asistía en casi dos meses. Había visto a todo el mundo
en la fiesta de cumpleaños de Maddie, pero las tripas se me seguían
retorciendo.
—Vamos a comer stroganoff de ternera. Adam le ha dicho a Val que
estás trabajando desde casa, así que ha pedido lo mismo para ti en algún
restaurante cercano. Pero el repartidor acaba de llamarla para decirle que no
estás allí. ¿Dónde estás?
Sonreí. Como no podía ser de otra manera, Val me estaba mimando
incluso a distancia. Imaginé el disgusto de Adam al ser interrogado por Val
sobre mi paradero.
—He reservado una habitación en un hotel. Puedo concentrarme mejor.
—No lo entiendo —dijo Val, lo que me indicó que Will me tenía en
altavoz.
A continuación, intervino Hailey.
—Por cierto, mi charla inspiradora sobre no dejar ir a Maddie ha valido
una mierda, ¿no?
Me aclaré la garganta.
—Lori, sería bueno que te des cuenta de que todo este lenguaje es malo
para Milo.
—No, Milo está viendo su programa favorito en el iPad. Con cascos,
para no tener que censurar la conversación —dijo Lori.
El clan estaba siendo tan minucioso como de costumbre.
—¿Y? —presionó Hailey.
—¿En qué te basas para decir eso? —respondí.
Una de mis hermanas suspiró dramáticamente. Me pareció que era Lori.
—Acaba de venir a traerme unas flores para el porche y parecía que se
estaba muriendo de ganas de ponerse un chándal y comerse un helado —
continuó Val.
—¿Un chándal y un helado? —repetí, más confundido que antes.
—Código de chicas para el cuidado de un corazón roto —explicó Lori.
¡Joder! ¿Le había hecho daño? Eso era lo último que quería.
—Podría tratarse de un error de percepción —dijo Jace, hablando por
primera vez.
—Para nada —dijo Lori.
—Tenía pinta de que no había dormido mucho —continuó Val.
—Juraría que también parecía más delgada —añadió Lori—. O quizá
eso haya sido porque estaba pálida.
—Esas son señales de que te echa de menos. Vosotros hacéis un gran
equipo, Landon —dijo Hailey—. Sois el uno para el otro.
—Lo sé. Tienes razón —acepté.
—¡Sí! —exclamó Hailey—. ¿Puedes por favor repetir las palabras
“tienes razón” alto y claro? Solo por esta vez. Es música para mis oídos.
—Acabas de darles munición para que nos den la lata durante años —
dijo Will.
—De por vida —corrigió Hailey—. Y tú llevas una placa de tío duro,
Will. ¿Cómo puedes tener miedo de nosotras?
—Simple. La placa no funciona contigo —respondió Will.
—Landon, ¿quieres que envíe al repartidor con el stroganoff al hotel?
—preguntó Val.
—Sí, adelante. Te estoy enviando la dirección ahora mismo.
Cuando terminé de teclear y enviar, volví a acercarme el teléfono a la
oreja.
—Escuchad todos. Gracias por llamarme, pero tengo que...
—Sí, sí, vamos a dejar que vuelvas a tu cueva para meditar —dijo Lori
—. Pero tu periodo de meditación tiene fecha de caducidad, para que lo
sepas.
Después de apagar el teléfono, intenté volver a garabatear en mi
cuaderno, pero acabé apartándolo y apagando el portátil. Sabía que tenía
que programar pronto esa reunión con la junta directiva, pero no llegaría a
ninguna conclusión esta noche, eso estaba claro. Una energía se apoderó de
mí mientras contemplaba mi futuro con Maddie. No tenía todas las
respuestas sobre cómo podía hacer que las cosas funcionaran, pero la
quería. La amaba y quería luchar por nuestro futuro.
***
Maddie
Cuando llegué a casa estaba agotada. Había repartido cerca de cien tarjetas
de visita y folletos, y quince de los receptores parecían seriamente
interesados en rehacer sus jardines.
Estaba feliz de estar por fin en casa, aunque la mía estaba llena de
recuerdos. Veía a Landon en todas partes: en la cocina, en el salón, en la
habitación. Pero todavía tenía que lamer algunas heridas y mi hogar era el
lugar adecuado para ello. Haber dado tanta caña me estaba pasando factura,
me había consumido toda la energía. Y dejar las flores en maceta en casa de
Val me había hecho ponerme muy triste. Estaba lista para probar un nuevo
esmalte de uñas.
Le había prometido a Grace que la esperaría antes de probar un nuevo
color, así que decidí darme un baño primero. Me tumbé en la bañera, que
estaba cubierta de burbujas, y me masajeé los pies, que protestaban tras un
día entero de llevar tacones. Incluso encendí unas velas para ponerlas en el
borde. Me coloqué los cascos, dejé el teléfono con cuidado en el suelo de
baldosas junto a la bañera y me senté a relajarme.
A mitad de mi baño extravagante, me pareció oír el timbre de la puerta,
pero consideré que debía haber sido producto de mi imaginación. Grace
tenía una llave. Recién salí de la bañera cuando se enfrió el agua. Como mi
hermana aún no había llegado, decidí buscar algunas cosas en la tienda y
preparar la cena.
Cuando abrí la puerta de casa, estuve a punto de derribar el precioso
arreglo floral. Mi corazón se detuvo. Me incliné y lo recogí. No había
tarjeta, pero solo conocía a una persona capaz de enviar algo así.
¿Tantos días de silencio y de repente me enviaba flores? ¿Qué
significaba esto? Puse el paquete en la mesa de centro de la sala de estar,
tratando de calmar mi acelerado pulso. Perdí la batalla cuando apareció un
mensaje en mi teléfono.
Landon: Echo de menos tu voz. Te echo muchísimo de menos. ¿Es
un buen momento para hablar?
Había un riesgo real de que empezara a divagar de nuevo si oía su voz.
Claro, no estaba delante de mí para distraerme con esos ojos o labios
pecaminosos, pero aun así, quién sabía lo que podría soltar. Por otro lado,
también había echado de menos su voz. Echaba de menos todas las formas
en las que él hacía que mi vida fuera mejor. Echaba de menos hacerle feliz,
y quería escuchar lo que tenía que decir, así que escribí un Sí.
Mi pantalla parpadeó de inmediato cuando me llamó. Posé el culo en el
suelo, crucé las piernas delante de mí y cogí la llamada.
—Hola, preciosa.
—Hola, Landon. Tengo tus flores. Tú las has enviado, ¿no?
—No sé. ¿Crees que alguien más te echa de menos como un loco?
—Tendría que revisar mi larga lista de pretendientes —dije secamente
—. ¿Cómo van las cosas con la asociación?
—Estoy elaborando algunos planes. Pronto se van a acomodar las cosas.
—Qué bien.
—¿Cómo estás, Maddie? He escuchado algunos informes preocupantes.
Tragué saliva.
—¿Qué?
—Val me ha llamado después de que te pasaras por su casa. Insiste en
que parece que no estás durmiendo mucho. Lori asegura que estás más
delgada. Hailey insiste en que son señales de que me echas de menos.
Me encantaba que las hermanas Connor se preocuparan por mí, pero de
todas formas iba a matarlas por romper el código de chicas y contárselo.
Por otra parte, ¿qué esperaba? Era su hermano y el clan Connor estaba muy
unido. Si hubiera sido por Grace, yo estaría haciendo lo mismo que ellas.
—Maddie, no me gusta cómo he manejado las cosas cuando me fui. Lo
siento. Siento haberte hecho daño.
—Lo has hecho —dije en voz baja—. Pero yo tampoco he actuado bien.
Estaba tan incómoda... que no sabía qué decir.
—Lo que tenemos es real y precioso, y me siento tan conectado a ti que
no puedo dejar de pensar en ti a cada momento. En nosotros. Eres parte de
mí.
—¿En serio? —susurré.
—Sí, en serio.
No sabía cómo responder a eso, así que dije lo primero que se me
ocurrió.
—Te echo tanto de menos que no sé qué hacer con mi vida.
—V oy a ir a Los Ángeles la semana que viene —anunció, y la
declaración activó cada una de las células de mi cuerpo. Una energía fluyó
dentro de mí. Estaba a flor de piel.
—¿Por cuánto tiempo?
—Estoy pensando en quedarme desde el jueves hasta el domingo.
¿Tienes tiempo para cenar el jueves?
—Claro. Puedo preparar la cena.
—Cita confirmada.
Mi corazón triplicó su tamaño. Estaba tan emocionada por verle, y tan
esperanzada, que ni siquiera se me ocurrió preguntar de qué iba la cena.
Apenas después de colgar el teléfono me pregunté si se trataba de nuestro
futuro o de un cierre. No estaba segura de que mi pobre corazón pudiera
soportar esto último.
Contemplé un poco más las flores en la mesa de centro. No habría
enviado flores si quisiera cerrar el círculo, ni habría llamado para decir
todas esas cosas bonitas. Sonreí y opté por darme la oportunidad de
sentirme esperanzada.

Continuará……..
Layla Hagen ✍️
Elefante Rosa En La Luna 🌙

Capítulo 2️⃣8️⃣ LandonJusto antes de subir al avión, Adam me envió todos los detalles de la ofertade compra. Leí todo el...
10/29/2025

Capítulo 2️⃣8️⃣

Landon
Justo antes de subir al avión, Adam me envió todos los detalles de la oferta
de compra. Leí todo el documento durante el vuelo, pero no podía
concentrarme. Tenía la cabeza en Maddie. No había esperado a que ella se
despidiera. Había esperado porque buscaba una razón para luchar por
nosotros. En lugar de eso, habló de las cenas de despedida, y de cómo era
consciente de que nos quedaba poco tiempo juntos.
¿Acaso nuestra cercanía no era más que una fantasía propia? Había
imaginado un futuro con ella, una familia, todas esas cosas que ya no me
había permitido desear más. Me dolía el pecho al caer en la cuenta de que
había sido el único en desear todas esas cosas.
Mientras el avión descendía, yo intentaba alejar todos los pensamientos
sobre Maddie. Por más difícil que fuera, debía concentrarme.
Después de aterrizar, fui directamente a la oficina. Sabía que la junta
podía moverse rápido cuando quería. Entré en el edificio por el parking y
me dirigí directamente al ascensor privado que llevaba a mi despacho.
Mientras avanzaba por el pasillo, la ira se apoderó de mí. Esta era mi
empresa. Mi edificio.
Empecé a escuchar las voces cuando me acerqué a la sala de reuniones.
Me quedé unos segundos frente a la puerta, intentando calmarme. No
funcionó. Mi enfado se había convertido en un desagradable dolor de
cabeza. Cuando empujé la puerta para abrirla, el murmullo desapareció casi
al instante.
—Landon, has podido venir —dijo Bowman, el presidente de la junta.
Claramente, su tono transmitía que hubiera preferido que no lo hiciera.
—Sí. Sí, claro. —Observé la sala, con la mirada fija en cada uno de los
doce miembros de la junta. Adam y yo habíamos acordado que él no
asistiría a la reunión—. No pongas cara de decepción. Cuando alguien
amenaza a mi empresa, intento no desperdiciar el tiempo.
—No estábamos... —empezó a hablar Bowman, pero levanté una mano
y se calló.
—No finjamos. Hará que todo sea mucho más rápido. —Tomé asiento
en la cabecera de la mesa.
—Estamos considerando la oferta. Todavía no se ha tomado ninguna
decisión —explicó Delacroix. Era uno de los mentores que más respetaba.
—Entonces, ¿que seis de vosotros ya hayáis votado por vender es solo
un rumor? —pregunté con un tono mesurado. Un frío silencio recorrió la
mesa. Nadie respondió, lo cual bastó como respuesta.
—¿Has revisado la oferta? —preguntó Bowman.
—Rápidamente, en el vuelo.
—Te sugerimos que la analices en detalle. El precio de la oferta es más
que justo —añadió Delacroix.
—Si estuviera interesado en vender, la analizaría en detalle, sí. Pero no
estoy interesado.
Delacroix y Bowman intercambiaron una mirada. El resto de la junta
guardó un inusual silencio.
Finalmente, Delacroix volvió a hablar.
—Si me permites, Landon, has llevado a esta compañía a un punto muy
alto, uno que ninguno de los presentes imaginó. Pero no puedes llevarla
más alto tú solo. La asociación con Sullivan era una buena solución
provisional. Las sinergias habrían permitido un crecimiento exponencial.
Pero el objetivo final de una empresa de software de este tipo,
especialmente cuando tienes tanto capital de los inversores, es salir a la
bolsa o vender. Tú lo sabes. Redacté el primer plan de negocio contigo.
Habías proyectado vender la empresa hace tres años.
—Los planes de negocio pueden cambiar —dije secamente.
Delacroix volvió a hablar.
—Podrías dedicarte a otros emprendimientos. Piensa en lo que podrías
hacer con todo ese capital. Estamos hablando de más de mil millones.
—Sé cuánto vale la empresa. —Me recosté en la silla. El latido de mi
sien se hizo más pronunciado y el hecho de haber dormido solo unas horas
la noche anterior me estaba pasando factura. Era propenso a tomar
decisiones precipitadas y a arremeter contra la gente cuando estaba cansado.
Si a eso le añadíamos que la gente me estaba poniendo de los nervios, el
desastre estaba asegurado.
—Está claro que estamos en desacuerdo —dije con toda la calma que
pude reunir—. Sé que aún puedo hacer crecer la empresa, obtener mayores
beneficios para todos los accionistas, sin venderla ni saliendo a la bolsa.
Nos reuniremos de nuevo la semana que viene y os presentaré las opciones.
Era miércoles, lo que me daba unos días para elaborar un plan. Luego
continué:
—Si me entero de que alguno de vosotros ha contactado con Sullivan,
correrá la sangre. ¿Entendido?
Nadie dijo ni una palabra. Nunca lo hacían cuando estaba en mi modo
despiadado y ahora estaba más allá incluso de ese límite. Exhausto y lívido,
salí de la sala de reuniones. Quería ir directamente a casa, pero primero
pasé por el despacho de Adam. Mi asistente, Debbie, también estaba allí. La
puerta se encontraba entreabierta y se levantó de un salto al verme.
—¿Cómo ha ido? —Tenía marcas de dedos en sus mejillas, como si
hubiera estado apretando las manos contra su cara durante mucho tiempo.
—He conseguido unos días para idear un plan.
—¿Quieres que pida algo en tu restaurante chino favorito? Puedo hacer
que te lo entreguen cuando llegues a casa —dijo Debbie.
—Pediré yo mismo —le dije a Debbie y salí de la oficina. El dolor de
cabeza no disminuyó durante el trayecto a casa, pero estaba seguro de que
lo haría una vez que me hubiera tranquilizado en mi loft.
Al entrar, me recibió un aire fresco y limpio. Debbie debía haber
limpiado la casa mientras yo no estaba. Todavía podía oler el aroma a limón
de los productos de limpieza. Llevé mi bolso al salón y me dejé caer en el
sofá, apoyando la cabeza en el reposacabezas y cerrando los ojos. Había
sido un día infernal. No pude evitar pensar en cómo habría sido el final del
día si todavía estuviera en Los Ángeles. Maddie y yo probablemente
estaríamos en su bungalow, o en el porche de Val, riéndonos de algo que
haya dicho mi hermana. O estaría entrenando a Milo.
El deseo de escuchar la voz de Maddie era tan fuerte que apenas me
contuve de llamarla. No tenía derecho a llamarla. Esa mañana no había
parecido que quisiera que la llamara de nuevo. Se había ofrecido a
reservarme un billete de avión, como si mi partida no fuera un gran
problema. Había sido un tonto al dejarme llevar por la esperanza,
imaginando nuestra vida juntos.
Al abrir los ojos, tuve la intención de dirigirme a la cocina y pedir algo
de uno de los menús de comida para llevar pegados en la puerta de la
nevera. En lugar de eso, eché un largo vistazo al salón. A pesar de haber
estado viviendo allí desde hacía más de cuatro años, parecía la casa de un
extraño. Una empresa especializada se había encargado de decorar el lugar
y me había parecido un hogar. Era mi casa, pero ya no me parecía mi hogar.
Una hora después, luego de una comida y una ducha, seguía sin
sentirme a gusto. Me fui a dormir convencido de que por la mañana vería
las cosas de otra manera, pero después de tres horas de incesantes vueltas
en la cama, me registré en un hotel, hice la maleta y me marché. Necesitaba
tener la mente despejada para afrontar la crisis y no podía permitirme una
noche de insomnio, ni canalizar mi energía en descubrir por qué me sentía
tan incómodo en mi propio piso, aunque en el fondo sabía la respuesta.
Echaba de menos a Maddie.
***
Maddie
«¿Por qué, maldita sea, por qué tenía que ser esa semana la feria?», pensé.
No estaba de humor para estar rodeada de gente. Pese a ello, después de
terminar la jornada laboral en la escuela, me había puesto mis mejores
pantalones y había acudido a la Feria de Remodelación de Casas y Jardines.
Esperaba conseguir algunos contactos, tal vez incluso nuevos clientes.
—Señora Jennings, esto tiene muy buena pinta —dijo un hombre
mayor, guardando mi tarjeta de visita en el bolsillo—. Mi mujer lleva
tiempo hablando de contratar a un profesional para que se encargue de
nuestro jardín.
—Dile que me llame. Le daré todos los detalles. —Le estreché la mano
y asentí. Ya llevaba muchas horas asintiendo y estrechando manos, y el día
estaba muy lejos de terminar. Todavía tenía que pasar a buscar unas flores
en maceta para el porche de Val cuando terminara la feria.
Me sentía como si estuviera en piloto automático y no me gustaba nada.
Pero no podía evitarlo, era como si me faltara una parte de mí. Había estado
haciendo lo mismo desde el miércoles por la mañana. Grace había dormido
en mi casa el miércoles y el jueves por la noche, y había prometido pasarse
también esa noche.
Necesitaba una salida con las chicas y mucho, mucho amor para cuidar
de mi corazón roto, lo que significaba que mi hermana estaba muy ocupada
conmigo. Por suerte, no le importaba. Al contrario, me ayudó a realizar
actividades femeninas, como pintarme las uñas. Hasta ese momento me las
había pintado de rojo, rosa, rosa claro, rosa oscuro y verde neón antes de
decantarme por la manicura francesa.
No creía que cambiar el color de las uñas otras cincuenta veces fuera a
impedir que echara de menos a Landon como una loca, pero perseveré. Se
me encogía el corazón cada vez que pensaba en lo rápido que me había
apartado de su vida. Mientras tanto, allí estaba yo, preguntándome qué era
lo que me pasaba para que fuera tan fácil que las personas a las que amaba
se alejaran de mí.
Suspiré, sabiendo que no podía pensar en nada de eso en ese momento.
Había ido a la feria para hacer contactos y dar caña. Así que di caña.
Todavía quedaban muchos asistentes con los que hablar, así que fui al baño
para refrescarme un poco. Me había quitado el lápiz de labios y el corrector
ya no disimulaba mucho. Me puse un poco más de este último y lo apliqué
con el dedo para emparejarlo. Sí... no era una causa perdida ni nada que se
le parezca. Mi falta de sueño se estaba notando.
Nunca había tenido problemas para dormir, pero eso había sido antes de
Landon. Problema número uno: Mi cama estaba vacía. Me había
acostumbrado a que esa montaña de hombre se desparramara sobre ella y a
usar su firme pecho como almohada. O su brazo. O sus abdominales. A
decir verdad, cualquier parte de él me venía bien.
El mero hecho de sentir el calor de su piel y el ritmo de su pulso me
había llenado de una pacífica felicidad. Me había hecho sentir tan amada y
valorada. En ocasiones, había preferido interrumpir su sueño para
devorarme en mitad de la noche. Eso me había llenado de una felicidad
vertiginosa.
Todo lo que Landon hacía me generaba felicidad. Excepto marcharse,
por supuesto.
Desde que se había marchado, había descubierto que mi vieja y querida
almohada ya no me servía. Incluso echaba de menos el sonido de su
respiración en mi habitación. Me había despertado varias veces cada noche,
convencida de que estaba a mi lado. Cuando me daba cuenta de que no lo
estaba, el mero hecho de volver a respirar me causaba un dolor físico,
directamente en el pecho. Esperaba que se me fuera pasando con el tiempo.
V olví a mirarme en el espejo y renuncié a todo el asunto del corrector.
Sabía que iba a poder dar caña sin él de todos modos.
Una hora más tarde, tuve la agradable sorpresa de encontrarme con
Elise, de la floristería.
—Me alegro de verte aquí —dije mientras le daba un beso en la mejilla.
Al igual que yo, llevaba una pila de papeles y folletos.
—Me pareció que era una buena oportunidad para conseguir algunos
clientes.
—Las grandes mentes piensan igual.
—Sin embargo, no es fácil. La mayoría de la gente no piensa en su
jardín hasta que está a medio camino de la remodelación de su casa.
—Depende de cómo les vendas la idea. —Eché un vistazo a sus folletos
y luego a los míos, que tenían fotos de algunos de mis mejores trabajos,
todos ellos con plantas que me había proporcionado ella—. Sigamos juntas.
Al fin y al cabo, uso tus cosas todo el tiempo.
Sonrió.
—Pues adelante.
Pasamos el resto de la tarde juntas, charlando con los clientes. Sin duda,
éramos más eficientes de esa forma.
—Elise, ¿sigues interesada en formar una sociedad? —le pregunté.
—Claro que sí.
—Vale. He pensado mucho en ello. Reunámonos la semana que viene y
hablemos de los detalles.
—Me encantaría.
Unos meses atrás, cuando me había propuesto una asociación, no había
sido capaz de imaginarlo siquiera, estaba demasiado agotada después del
fiasco con Eden Designs. Pero en ese momento veía las cosas de otra
manera. Quería correr el riesgo. Sin duda, Landon había influido en ello. El
hombre me había cambiado en más de un sentido.
A pesar de todo, sonreí para mis adentros.

Continuará………
Layla Hagen ✍️
Elefante Rosa En La Luna 🌙

Con el ego en las nubes porque mi única competencia es mi sombra, Y adivina que? La veo bajo mis pies💋😚🔥💥😍👑💖🌹Hilda Garci...
10/29/2025

Con el ego en las nubes porque mi única competencia es mi sombra, Y adivina que? La veo bajo mis pies💋😚🔥💥😍👑💖

🌹Hilda Garcia. 🌹

̃anza

El águila no discute con culebras. No porque no pueda.Sino porque no le da la gana.Porque bajar a su nivel es perder tie...
10/29/2025

El águila no discute con culebras.
No porque no pueda.
Sino porque no le da la gana.
Porque bajar a su nivel es perder tiempo.
¿Y para qué explicarle tu vuelo a quien nunca ha despegado?
La culebra no sabe lo que es volar.
Nunca ha visto el mundo desde arriba.
Solo sabe arrastrarse, hablar mal y tirar veneno.
Mientras tú vuelas, ella se arrastra.
Te critica. Te ataca.
Pero no porque sepa más.
Sino porque no soporta verte arriba.
Hay personas iguales.
No soportan verte bien.
No porque les hayas hecho daño,
sino porque tu vuelo les recuerda que ellas nunca despegaron.
Critican. Mienten. Atacan.
Pero no buscan la verdad…
buscan arrastrarte a su nivel.
Y tú no naciste para eso.
No estás para dar explicaciones a quien no quiere entenderte.
No pierdas el tiempo con quien solo quiere verte caer.
Calla.
Ignora.
Y sigue subiendo.
Porque si te detienes…
es justo lo que quieren.
Y tú no viniste a caerles bien.
Viniste a volar como el águila que eres.💐🍀👌🫰

Capítulo 2️⃣7️⃣ LandonEl día siguiente empezó bastante mal, con el peor atasco que habíaexperimentado desde que había vu...
10/28/2025

Capítulo 2️⃣7️⃣

Landon
El día siguiente empezó bastante mal, con el peor atasco que había
experimentado desde que había vuelto a Los Ángeles.
La situación empeoró cuando Adam llamó. Normalmente no me gusta
hablar por teléfono en un taxi, pero parecía que iba a estar atrapado en el
tráfico durante un rato más. Mejor aprovechar el tiempo.
—Finalmente he descubierto lo que Sullivan ha estado haciendo —dijo
Adam apenas contesté—. Ha estado hablando con nuestra junta directiva,
convenciéndola de vender.
Mi mente se quedó en blanco cuando comprendí el sentido completo de
sus palabras.
—¿Qué? Él no tiene los fondos para comprarnos. El valor de nuestra
empresa es mayor que el suyo.
—Sí, pero ha estado en conversaciones con un fondo de capital privado
para conseguir el resto del dinero. He investigado un poco. Aparentemente,
se acercaron a él después de que te fuiste a Los Ángeles.
«¡Vaya capullo!». Me obligué a controlar mi temperamento. Necesitaba
tener la cabeza fría.
—¿Cómo te has enterado? —pregunté.
—Bowman ha venido a dar la cara hoy y me ha contado los detalles de
la propuesta de Sullivan. Muy generoso.
Bowman era el jefe de nuestra junta.
—Déjame adivinar. ¿Están a favor de vender?
—Sí. Sabes que hace tiempo que quieren que vendas la empresa.
Alcanzamos un pico hace dos años y no quieren hacer una oferta pública de
venta. Solo han aceptado esperar porque habías prometido la colaboración
con Sullivan.
Tuve la sensación de que el suelo se deslizaba bajo mis pies. Tenía toda
la razón. Si Sullivan podía convencer a la junta directiva de que vendiera,
podían obligarme a hacerlo, aunque yo fuera el director general y poseyera
el cuarenta y nueve por ciento. El papel de la junta era proteger los intereses
de las partes interesadas. Yo era una de esas partes interesadas; los
inversores que poseían el otro cincuenta y uno por ciento constituían el
resto.
—La junta no está contenta de que hayas estado fuera tanto tiempo.
Dudan de tu compromiso con la empresa.
—He dado todo a la empresa durante años. ¿Ahora me tomo unas
semanas para mi familia y de repente dudan de mi compromiso? Esto es
solo una excusa. Llevan dos años dándome la lata para que venda.
Me desabroché el botón superior de la camisa, pero todavía me costaba
respirar.
—No puedo creer que no nos hayamos enterado antes de esto.
Adam maldijo.
—Sullivan es astuto, se lo reconozco. Ni siquiera sabía que estaba
hablando con la junta por fuera de nuestras reuniones.
Mi ausencia había simplificado todo.
—He convocado una reunión de emergencia con la junta, pero tienes
que estar aquí, Landon. Eres el único que puede convencerles de que vender
no es la única opción.
—Lo sé. —Apreté la palma de la mano libre contra mi sien, donde
empezaba a asomar un dolor—. ¿A qué hora es la reunión?
—A las seis.
—Vale. Voy a elaborar un plan y te llamaré más tarde.
A continuación, llamé a Hailey, explicándole todo. Odiaba que la
situación se me hubiera ido tanto de las manos.
—Esto es una locura. Pero Adam tiene razón. Tienes que enfrentarte a
la junta y convencerles. Me gusta Adam, pero no tiene tu carisma, tu
encanto. Es bueno que él lo sepa. Puedo manejar las cosas aquí y a Val le
van a quitar la escayola en unos días. Haz lo que tengas que hacer. Si
podemos ayudar de alguna manera, no tienes más que pedirlo.
***
Maddie
Llegué a la escuela más tarde de lo habitual. Maldito tráfico. Mis
muchachos no habían llegado todavía. Ninguno de sus camiones estaba
frente a la puerta, pero vi un taxi. ¿Acaso nos estaba visitando el director?
Había dicho que le gustaría comprobar nuestros progresos esta semana.
Atravesé las puertas con la intención de entrar directamente en el
edificio de la escuela, pero me detuve cuando vi a Landon deambulando
cerca de la esquina donde había estado guardando los suministros.
Me apresuré a ir hacia él, con las entrañas revueltas por el miedo.
—¿Qué estás haciendo aquí? ¿Val está bien?
—No le ha pasado nada a Val. He venido a verte a ti. He recibido una
llamada de Adam esta mañana.
Repitió términos como “venta”, “adquisición hostil” y “junta”. El
pánico subió a mi garganta. Se me tensó la espalda.
—¿Cómo es posible que te quiten la empresa? Es tuya.
—El cuarenta y nueve por ciento es mío. El resto pertenece a otros
inversores. La junta directiva actúa de acuerdo a los intereses de todos los
accionistas, así que, si creen que lo mejor para ellos es vender la empresa,
pueden doblegarme.
—¿Obligarte a vender?
—Básicamente, sí.
Me tapé la boca con ambas manos.
—Entonces, ¿qué puedes hacer?
—Hablar con la junta directiva yo mismo, convencerles de que no
vendan. No les ha gustado que me fuera tanto tiempo. Tengo que volver.
—¿Te marchas ahora mismo? —Mi cerebro hizo un cortocircuito—.
¡Joder, no! Tenía planeada una gran cena de despedida. Quiero decir, por
supuesto que tienes que ir a hablar con tu junta.
Landon apretó la mandíbula, echando los hombros hacia atrás.
—¿Has organizado una cena de despedida?
—Claro. Vaya, Landon. No estoy preparada para esto. Obviamente era
consciente de que teníamos poco tiempo, pero es una pena, esa cena de
despedida iba a ser épica.
Estaba divagando. No sabía qué decir, excepto que tenía que seguir
hablando. Tenía miedo de acabar llorando si no lo hacía. Había planeado
hablar con él sobre nuestras opciones durante esa cena. Busqué en su
expresión cualquier tipo de señal que me indicara que no quería que esto
terminara, que deseaba que buscáramos la manera de poder seguir juntos.
No dijo nada. En honor a la verdad, ahora tenía cosas más importantes en la
cabeza, como salvar su empresa.
—¿Cuándo sale tu vuelo? —pregunté.
—No he mirado, pero voy a ir directamente al aeropuerto y cogeré el
primer vuelo que haya.
Cogí el móvil y abrí un navegador para buscar vuelos. Necesitaba
centrarme en una tarea, no importaba cuál, y me alegré de tener la excusa
ideal para no mirarle directamente.
—Vale, hay un vuelo en una hora, pero no llegarás a LAX a tiempo. El
otro sale en tres horas. ¿Quieres que te reserve un billete?
Se aclaró la garganta y levanté la vista. Tenía las cejas fruncidas. No
pude descifrar su expresión.
—Lo compraré directamente en el aeropuerto.
—Vale. —Guardé el móvil y me crucé de brazos—. Buena suerte.
Cruzaré los dedos por ti. Ponte tus mejores gemelos.
Los latidos de mi corazón retumbaban hasta en mis oídos. Me pregunté
si Landon también podría oírlo.
—No creo que eso surta mucho efecto. Los llevo demasiado a menudo.
—No, nadie es inmune a ellos, créeme.
Esbocé una sonrisa y Landon me recompensó con una suya, aunque
fuera forzada. Seguramente él tenía la misma percepción acerca de la mía.
De repente, me sobresaltó un fuerte bocinazo.
—¿El taxi de enfrente es para ti? —pregunté, recordándolo apenas en
ese momento.
Asintió.
—Sí. Quise esperarte para hablar contigo primero, cara a cara. No
quería hacerlo por teléfono.
—Gracias. Bueno, no lo hagas esperar más tiempo. Y buena suerte.
«¡Maldita sea, Maddie! Ya le habías deseado buena suerte». Mi cerebro
había entrado en bucle.
Dio un paso adelante y me besó la mejilla. ¡La mejilla! ¿Así de simple?
Después de todo lo que habíamos compartido, ¿nos despedíamos con un
beso en la mejilla?
Quería rodearle con mis brazos, decirle que todo iba a ir bien, que iba a
poder conservar su compañía, pero estaba demasiado paralizada para hacer
algo más que devolverle su casto beso.
Le acompañé hasta el taxi, mis piernas parecían pertenecer a otra
persona. Cuando se subió al asiento trasero, apenas pude contenerme para
desearle buena suerte por tercera vez.

Continuará…….
Layla Hagen ✍️
Elefante Rosa En La Luna 🌙

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