12/11/2025
A veces no es la palabra justa.
No es el consejo perfecto.
No es “hacer algo”.
A veces lo que realmente sana es la presencia amorosa del otro.
Esa mirada que sostiene.
Ese tono de voz que calma.
Ese “estoy acá” que ordena adentro.
Los vínculos que cuidan tienen un efecto real en nuestro cuerpo y en nuestro ánimo:
regulan, contienen, abrigan.
Nos devuelven un poco de paz cuando estamos atravesando tormentas internas.
Porque sí:
el vínculo sana.
La presencia amorosa del otro cambia estados, abre espacio, transforma.
Y muchas veces, ese es el primer paso para poder seguir.