23/07/2016
Aún queda mucho que aprender. El mundo del jabón es tan vasto, pero nos encanta. Cada día nos sorprendemos con personas tan creativas alrededor de todo el mundo. Nos inclinamos ante la sabiduría y anotamos calladamente en el cuaderno para poner en práctica estas magistrales técnicas.
La cantidad de pruebas que les hago pasar a los pobres jabones. De dureza, espuma, cremosidad, limpieza…, es un juego donde tienes que encontrar al mejor.
El primer acierto es reconocer al aceite que, sin necesidad de mezclarlo con otros, pueda hacer un buen jabón y por encima de todo sea emoliente y nutritivo, aquí no hay dudas, es el de oliva.
De a poco vas descubriendo los secretos para perfeccionarlo. ¿Quieres más espuma?, ¿un poco más de limpieza?, ¿endurecer la pastilla? Nada como el aceite de coco, entre un 15 y un 25 por ciento.
Un 1 – 1,5 % lo reservo para la cera de abeja, me baja el nivel de enranciamiento y suaviza la pastilla.
Y por último dejar un 10 % para seguir experimentando con otros aceites, hay tantos.
Respecto al sobreengrasado (aceite extra que opcionalmente se le añade a un jabón), no excedo del 5%, con aceites biológicos. Prefiero mantenerlo bajo y no correr el riesgo de que se enrancie. La estabilidad de un jabón, muy delicada, puede verse afectada en estos casos por los cambios de temperatura y sobre todo por la humedad ambiental. Nunca se me estropeó por debajo de este porcentaje. Unos cuantos que puse a prueba durante un año con más del 5 % se echaron a perder, no todos, algunos (igualmente los utilicé, sus propiedades son las mismas, pero huelen a aceite pasado). De este modo aprendí que, como la elaboración de un jabón no es ciencia exacta y depende de muchos factores, debía, primero, ajustarme a sus fórmulas y después, tantear qué podría mejorarlo sin extralimitarme.
Para mí, la calidad humectante de un jabón la aporta la glicerina no el excedente de grasa. Con una acertada y equilibrada mezcla de aceites de calidad y una correcta elaboración te aseguras un buen resultado.
Extras que suelo poner en un jabón y me van muy bien son la cerveza (sin alcohol y sin espuma) y la leche de cabra, no dan problemas y lo enriquecen. Con la miel hay que tener cuidado, se debe poner poca y disuelta en agua. Lo mismo pasa con los hidrolatos y extractos, me complicaban bastante y fui rebajando la cantidad. Macerados, de raíces, hojas, flores o frutos, con aceite de oliva que no falten, nunca te van a decepcionar. Y ojo con el agua, algunas dificultan la saponificación (reacción química). La que más le gusta al jabón es la destilada.
A partir de aquí, con cualquier aditivo nuevo que se me ocurra poner tengo que cruzar los dedos y puede que, en alguna intentona, descubra al jabón de mi vida.
En fin, me parece que no he aclarado mucho el tema, que estamos expuestas siempre a los caprichos de nuestro jabón. Bueno, es un aliciente que nos mantiene muy entretenidas.